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El alcohol toma la calle

Cada vez que se pregunta en las encuestas a los españoles a cerca de los problemas que más preocupan, el ranking varía. Durante mucho tiempo el terrorismo ha sido la principal preocupación ahora superada por el paro. Estos datos reflejan fielmente el estado de...

el 16 sep 2009 / 04:27 h.

Cada vez que se pregunta en las encuestas a los españoles a cerca de los problemas que más preocupan, el ranking varía. Durante mucho tiempo el terrorismo ha sido la principal preocupación ahora superada por el paro. Estos datos reflejan fielmente el estado de opinión sobre los grandes temas con los que se enfrenta la sociedad española.

Aceptemos que la ciudadanía se expresa colectivamente en este tipo de sondeos pero sorprende su indiferencia ante problemas colectivos que están, sin embargo, viviendo en sus viviendas. Me refiero ahora a los demoladores datos que publican los responsables del Plan Nacional contra la Drogodependencia. No voy a teorizar sobre el riesgo que se cierne sobre los jóvenes, principalmente, con el tráfico y consumo de drogas. La frivolización sobre este tema ha creado tantos dramas que resulta una obviedad advertir sobre el problema. Pero es en el consumo de alcohol donde la permisividad de los mayores provoca el cuadro preocupante que reflejan los datos.

Estamos mirando hacia fuera y parece que la sociedad asiste impasible ante el hecho de que en el último mes los jóvenes reconocen haberse emborrachado alguna vez. La generalización de los encuentros masivos en plena calle no sólo deja intransitable la zona, llena de restos del botellón pasado el ruido de música y demás aditamentos, es que deja una reguero de niños borrachos, consumidores compulsivos de alcohol. El objetivo es emborracharse cuanto antes, coger el punto y a partir de ahí la fiesta es una suma de conductas alteradas por la ingesta sin control. Estamos asistiendo a la cronificación del problema, una generación de dipsomaníacos van cumpliendo trienios con el alcohol como herramienta insustituible de su diversión. En plena calle, sin atisbo alguno de orientar el ocio hacia otras preferencias. Y la sociedad española hablando de las centrales nucleares, del gobierno, del paro y demás problemas globales. Los niños, mientras, esperando sin visión clara a que les toque el relevo por otros nuevos que tomarán en la calle. No es momento de señalar culpables ni de simplificar. La alarma es que no hay alarma. Que este tema no ocupa, a lo que se ve, el lugar que merece entre nuestras preocupaciones cotidianas.

Abogado

crosadoc@gmail.com

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