Los atascos de más de veinte kilómetros que sufrieron la tarde del lunes miles de conductores de la autovía A-49 fueron excesivos hasta para quienes están acostumbrados al colapso que se vive día a día en esta autovía que distribuye los flujos de tráfico entre el Aljarafe y la capital. Ese día, la coincidencia de festivos en Huelva, Córdoba, Badajoz y varios municipios sevillanos triplicó el número de visitas propias de un lunes en el centro comercial Ikea, en Castilleja de la Cuesta, y provocó un embudo de tales dimensiones que terminó por afectar, a modo de piezas de dominó, hasta el Paseo de Colón, Las Delicias y la avenida Marqués de Paradas. La dirección de Ikea aseguró ayer que había avisado al Ayuntamiento y a la Guardia Civil de Tráfico de la afluencia de visitantes prevista (en torno a 18.000) y recordó que han solicitado a Fomento el permiso para la construcción de una nueva ronda de acceso a sus instalaciones y de un paso subterráneo de la A-49. Hizo lo correcto, y tampoco se le puede pedir que ponga un anuncio recomendándole a sus clientes que no vayan a comprar a su tienda. El problema no es que se produjera un caso como el del lunes, ni tampoco que haya faltado previsión. Lo grave es que situaciones así pasan demasiado a menudo y en cuanto se registra un incidente, por leve que éste sea. El lunes fue el reclamo de una oferta comercial, pero otro día la causa reside en el vuelco de un camión en la SE-30, un corte laboral del Quinto Centenario o simplemente la reanudación del curso escolar. El Aljarafe está saturado y sus arterias viales no dan para más. En la treintena de municipios ubicados entre Gelves y La Algaba y entre San Juan y Huévar viven 275.000 personas a las que hay que sumar otras 50.000 que residen allí pero siguen censados en sus municipios de origen. En total, unos 325.000 habitantes, poco más o menos la población de Córdoba o de Granada. Pues bien, en torno a 50.000 de ellos bajan a diario a Sevilla en las horas punta y saturan una red de accesos que no absorbe más de 35.000 vehículos a la vez. Situaciones como la del lunes muestran una vez más la necesidad de acelerar la puesta en marcha de una oferta de transporte que mitigue el colapso de la cornisa. A ojos de cualquiera, es inconcebible que después de veinte años de desarrollo de un modelo urbanístico casi insostenible la única alternativa al coche sea un servicio de autobuses que tiene que compartir carriles con los vehículos privados. El Aljarafe de los antiguos olivares se ha transformado en una sucesión de adosados a la que hay que dar respuesta en forma de inversiones. Entre otras cosas, por que allí vive gente cuya calidad de vida se resiente en exceso. La comarca necesita la línea 1 del Metro, pero también el complemento de una red interna de tranvías y que se habilite el Cercanías que unirá la capital con el Aljarafe Norte. El tercer carril de la A-49 y la futura SE-40 descongestionarán la circulación, pero no deben de desviar a la Junta de su objetivo estratégico prioritario: el fortalecimiento de la red pública de transportes. El Aljarafe ya no puede esperar más.