Una calle del sevillano barrio de Valdezorras ha sido rotulada hoy con el nombre del anarquista sevillano Melchor Rodríguez, quien desde su cargo de delegado especial de Prisiones en el Madrid sitiado de la Guerra Civil se consagró a salvar vidas, lo que le valió el mote de "El Ángel Rojo".
La calle está situada en la Verea de San Cayetano, en Valdezorras, barrio directamente relacionado con los "trabajos forzados" de los presos políticos del franquismo que construyeron el Canal de los Presos y al acto ha asistido el nieto de Melchor Rodríguez, Melchor Leal, quien expresó su agradecimiento por que los sevillanos no se hayan olvidado de su abuelo.
El rótulo de la calle estaba cubierto por una bandera roja y negra y por otra republicana, por la vinculación del homenajeado a las instituciones republicanas.
El responsable del sindicato CGT en Sevilla, Cecilio Gordillo, dijo a Efe que también se le ha solicitado el rótulo de otra calle con el nombre de Melchor al Ayuntamiento de Madrid, donde transcurrió su actividad profesional, y que la iniciativa de Sevilla no partió de CGT sino de la sugerencia anónima de un ciudadano.
El periodista Alfonso Domingo, que ha rastreado la vida de Melchor Rodríguez, que fue una especie de "Schindler" español, no ha podido asistir al acto por hallarse, precisamente, en la Feria del Libro de Madrid firmando ejemplares de su biografía "El ángel rojo. La historia de Melchor Rodríguez, el anarquista que detuvo la represión en el Madrid republicano".
Según su biógrafo, Melchor salvó, directa o indirectamente, al general Muñoz Grandes, quien recién terminada la Guerra tuvo la gallardía de testificar a su favor cuando se le pedía pena de muerte, al general Carrasco Verde, al futbolista Ricardo Zamora, a los falangistas Rafael Sánchez Mazas y Raimundo Fernández-Cuesta.
También a dos hermanos Luca de Tena, al locutor Bobby Deglané, al doctor Mariano Gómez Ulla, a Valentín Gallarza y al mismo Ramón Serrano Suñer, ministro y cuñado de Franco, entre otras muchas personas anónimas adscritas al bando nacional.
En el entierro de Melchor, en 1972, en pleno franquismo, se cantó "A las barricadas", Martín Artajo leyó un poema y rezó un Padrenuestro, el féretro se cubrió con una bandera rojinegra y anarquistas y franquistas se fundieron en un mismo adiós.
También paró las sacas, los paseos y los traslados de la Modelo los días de Paracuellos, y se presentó en la Junta de Defensa de Madrid para evitar desaguisados, con lo cual también ponía en juego su vida, según su biógrafo.
Con 20 años partió de Sevilla, donde fue novillero -dejó los toros por una cornada y por abrazar el anarquismo-, polemizó en los periódicos con el magnate Juan March y su activismo le llevó, casi siempre por delitos de imprenta, a 34 ingresos en prisión, durante la Monarquía, la dictadura de Primo de Rivera y la República, de modo que en la Modelo le llamaban "El Decano".
Lo sometieron a dos consejos de guerra, la sala se abarrotó, además de Martín Artajo testificó a su favor el dramaturgo Joaquín Álvarez Quintero, y Muñoz Grandes, que sería héroe de la División Azul, recogió un pliego con 2.500 firmas a su favor, pero entre los falsos testimonios se le acusó de muertes en una fecha en la que, precisamente, se hallaba en Francia pasando a gente para salvarla.
Le cayeron 20 años, de los que cumplió cinco en el Penal del Puerto (Cádiz), le cupo el raro honor, como concejal de Madrid, de, al lado de Julián Besteiro, entregar la ciudad a Franco -fue alcalde accidental de la capital dos días-, y el filósofo Julián Marías distinguió con su aprecio a este sevillano que prefería "morir por las ideas, nunca matar por ellas".