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El arte de no dar un palo al agua triunfa en Sevilla

Si alguien oyó anoche unos extrañísimos gritos procedentes del río, que no se asuste: eran las carpas, que tenían pesadillas. Durante toda la tarde, 250 humanos se dedicaron a ponerles el corazón en una aleta a base de pegarles pelotazos. (Foto: EFE)

el 15 sep 2009 / 05:21 h.

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Si alguien oyó anoche unos extrañísimos gritos procedentes del río, que no se asuste: eran las carpas, que tenían pesadillas. Durante toda la tarde, 250 humanos se dedicaron a ponerles el corazón en una aleta a base de pegarles pelotazos, con ocasión de la kermés más bizarra, singular y humorística de los últimos tiempos: quien colase una pelotita de golf en un hoyo flotante colocado en medio del río, se llevaba un coche. Aquello parecía una concentración de funcionarios de los que salen en los chistes de Forges, todos procurando no dar un palo al agua. Nadie consiguió el premio.

De fracaso, nada: la organización está contentísima. Y la casa Citroën, para qué hablar. El que se lo pasó en grande fue el jefe de contenidos musicales de la Cadena SER, Dani Aragón. Aquello era un invento de M-80 Radio, así que Dani, en calidad de coordinador, presenció el estilazo con que los sevillanos pretenden ser capaces de colar una bolita, de un solo golpe, en un agujerito situado a 60 metros, con la única ayuda de un palitroque profesional y su capacidad de autoestima. "Lo curioso es que algunos fallaron por muy pocos centímetros", dice.

Más curioso fue que algunos de los concursantes no lograran siquiera que la pelotita alcanzase el agua, tras golpes que desarrollaron recorridos, llámenlos estremecedores, de unos cinco centímetros. Aunque también los hubo que la mandaron más lejos de la cuenta. Muy típico de los sevillanos eso de pasarse o no llegar.

"Esto ha sido un derroche de innovación, de alegría, de originalidad... Y con gente de todas las edades, familias enteras... Yo creo que habrán pasado por aquí, al cabo de las cuatro horas de concurso, unas mil personas." Pues sí que ha sido alegre. Salvo para los pobres peces, dirán los ecologistas: craso error. Si esta noche alguien se asoma al brazo tonto del Guadalquivir, lo que oirá no serán gritos de pesadilla sino cánticos sagrados; los de un montón de carpas gordas como cochinos, mientras sacan en procesión a un Barbo de Oro.

¿Idólatras? Puede ser, pero menos maná les cayó a los hebreos encá Moisés, y vaya la que formaron con el becerro. Porque las pelotitas de golf que caían sobre las carpas no eran de reglamento, sino que estaban compuestas por comida para peces, de modo que, al poco de chocar contra el agua, ésta se convertía en un picnic celestial, a razón de 1,5 euros el pelotazo, nunca mejor dicho. Eso costaba cada bolita. Las hacen los americanos, que son los que tienen tiempo para estas cosas, una vez que acuestan a los niños a las siete de la tarde.

Vengan a Sevilla todas las barracas de tiro al blanco y tráiganse como premios el mejor vino de La Rioja, que ya está testada la puntería del sevillano. Dicen que había una vez tres sevillanos que, sin saber lo que era el golf, se propusieron practicarlo. Uno puso el palo, otro las bolas y el tercero prefirió no jugar. Se ve que estaba el hombre un poco pez. Lo que habría disfrutado ayer, con tanto maná.

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