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El aterrizaje del ladrillo

La marcha de la economía, sin haber abandonado aún, ni mucho menos, los escenarios de incertidumbre característicos de los últimos trimestres, sí parece ir dando paso a patrones de estabilidad dentro de la recesión, lo cual, según como se mire, puede ser tanto motivo de alarma como de alivio.

el 16 sep 2009 / 03:52 h.

La marcha de la economía, sin haber abandonado aún, ni mucho menos, los escenarios de incertidumbre característicos de los últimos trimestres, sí parece ir dando paso a patrones de estabilidad dentro de la recesión, lo cual, según como se mire, puede ser tanto motivo de alarma como de alivio. Sea lo que fuere, parecen descartados vaivenes tan violentos como los soportados a finales de 2008. Cierto, las tensiones siguen siendo formidables, pero también es verdad que las autoridades fiscales y monetarias han marcado nítidamente su posición, no tanto de forma explícita como a través de potentísimos paquetes de medidas, lo que no deja demasiado margen para respuestas alternativas.

Es en este contexto donde el futuro del sector de la vivienda en nuestro país, el más afectado por la crisis económico-financiera, empieza a ver y tocar un fondo no tan profundo como se podía temer a la vista del severo desajuste entre oferta y demanda que se ha acumulado en los últimos 18 meses. O al menos eso es lo que se desprende del último estudio de la generalmente bien fundada serie Situación Inmobiliaria del BBVA

En cierto sentido, las medidas de apoyo que han ayudado a evitar un desplome brusco de la economía española en general, han beneficiado inevitablemente, y en particular, al sector inmobiliario. España es el país que más dinero público (entre VPO, fomento del alquiler, rehabilitación y otros) está destinando a reflotar el sector de la vivienda: un 2% del PIB, cuatro veces más que EEUU, y muy por encima de Reino Unido, Italia o Francia.

Son unas cifras perfectamente lógicas teniendo en cuenta la dependencia española de empresas y familias de este sector. Antes que reconducir el modelo tocaba intentar suavizar la caída (un movimiento idéntico al que ha asumido el gobierno estadounidense con General Motors). Ahora bien, todo esto ha contribuido a que siga sin deshacerse el contraste entre el brusco parón de la actividad y la resistencia a una bajada tajante de sus precios.

Desde luego, las previsiones continúan apuntando a que el precio seguirá cayendo a un buen ritmo, al menos, otros dos años (un 10% este año y un 12% el que viene). O lo que es lo mismo, un descenso conjunto del 20,8%. Este gabinete de estudios incrementa sensiblemente sus propias previsiones de diciembre, donde apuntaba un 5% para 2009 y un 8% para 2010.

Esto conduce inevitablemente a que el stock de viviendas (cifrado en 1,2 millones) no sólo no decrezca sino que continúe aumentando por la inercia constructora de periodos anteriores (se estima que se alcanzará un tope de 1,5 millones en los primeros meses de 2010). Su asimilación por el mercado hasta llegar a los niveles de equilibrio de 2005 no se prevé sino hasta dos años vista a partir de ese momento.

Nótese, por el otro lado, que la bajada de tipos de interés y la brusca caída de la inflación también dejan sentir su influencia y están suponiendo un desahogo para las familias que siguen queriendo acceder a una vivienda.

Este estudio que hoy citamos, como otros antes, viene a coincidir en una bajada importante de los precios antes de que se empiece a producir el ajuste. Ahora bien, la variable esencial sigue siendo el crédito. Que a su vez depende de la marcha del sector financiero. El cual, a su vez, como es archisabido, no depende de nadie ni se siente obligado a rendir cuentas ante nadie (ni nadie se atreve a pedírselo), ni siquiera cuando se le coloca una red de seguridad pública, que es lo que, en mayor o menor grado y con diferentes nombres, ha ocurrido en todas las economías de la UE.

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