«Solo con los fondos municipales no habría sido posible ponerla en marcha», reconoce Manuela Ruiz Falcón, concejal de Medio Ambiente y promotora de un programa que ha supuesto una inversión de 14.600 euros del Ayuntamiento de Guillena, con fondos de la fundación Cobre Las Cruces, por el que se ceden parcelas municipales a los vecinos de Guillena y de los núcleos del término municipal, Torre de la Reina y Las Pajanosas, para su uso agrícola. Tras el éxito de las cuatro convocatorias celebradas, el Consistorio abre ahora una nueva. «Se han puesto en valor unos terrenos que hasta entonces estaban desaprovechados», asegura la concejal, «y ahora han recuperado su función de servicio público». Los huertos se asignan por un sorteo entre los demandantes inscritos, y los adjudicatarios rubrican un convenio de cesión de uso por dos años y reciben el reglamento de funcionamiento del programa. A cambio de estas porciones de tierra, dotadas de agua para riego y acceso común independiente en cada núcleo de población, la ordenanza reguladora fijó una cuota de 4,13 euros al mes más IVA (60 euros anuales, incluido 21% de IVA) en concepto de mantenimiento y adecuación de las instalaciones, para hacer sostenible el proyecto. La administración municipal consigue poner en marcha de esta manera una propuesta de la que se benefician 116 vecinos, sin mermar en demasía los recursos de las arcas públicas. El proceso para sacar adelante el programa de huertos urbanos no estuvo exento de dificultades, cuenta Manuela Ruiz, por ejemplo en materia urbanística, a la hora de solventar cuestiones como la calificación de las tierras para ajustarlas a su nuevo uso. El perfil de los beneficiarios del programa de hortelanos es diverso. Con la entrega del huerto y una vez que los vecinos los hacen suyos, se deja entrever cómo esta porción de tierra propicia procesos de cambio de mayor calado y repercute positivamente en la vida de las personas. «Hay muchos pensionistas, jubilados que buscaban una distracción para llenar su tiempo libre», explica la concejal. Para este perfil, el más repetido entre los demandantes, las actividades que se lleva a cabo en torno a los huertos contribuye a lo que la Organización Mundial de la Salud ha venido a llamar el «envejecimiento activo». La siembra, el regado de las tierras o los desplazamientos a estas parcelas, así como la relación con otros hortelanos, promueven la mejora de la calidad de vida de las personas a medida que envejecen, favoreciendo su desarrollo y una vida saludable, participativa y segura. «También hay algunos desempleados que aprovechan el huerto para contar con esos recursos sin que le supongan un gasto añadido», explica Manuela Ruiz, «y como una manera de aprovechar su tiempo y de desconectar de la situación que en no pocas ocasiones padecen en sus hogares como consecuencia de la crisis». La adjudicación de los huertos tiene en cuenta también a quienes desean sembrar y recolectar hortalizas y frutas como una alternativa de ocio, compatible con su actividad laboral. En suma, pensionistas, desempleados y trabajadores del término municipal comparten en el campo un nuevo espacio público donde intercambian experiencias, se fomenta la concienciación medioambiental y se promueve la convivencia intergeneracional. Para los más jóvenes, los huertos son una extensión de las aulas, práctica y divertida, desde donde tienen una inmersión en los cultivos tradicionales. En el huerto que regenta Toñi Carrasco, una de las hortelanas, se pone de manifiesto el carácter educativo y lúdico de este programa, al acoger a grupos de escolares como el de Inma, profesora y jefa de estudios del Colegio Andalucía, que imparte a su alumnado nociones de Ecología y Medio Ambiente. Sin pupitre de por medio, hasta los más despistados de la clase se remangan para meterse en el papel del hortelano en su siembra, con la idea de que esas semillas se asienten y echen raíces, y puedan volver luego a recoger los productos de su cosecha.