José Luis Figuereo, conocido a lo largo de toda la piel de toro como El Barrio, ha titulado su último disco Duermevela, y no va descaminado si se piensa en las pasiones que sigue despertando. Se ha dicho que es su trabajo más flojo, el menos flamenco, el de las letras más desaliñadas... Pero basta verle salir al escenario y se establece con su público una conexión automática, que se mantiene como un lazo firme hasta la coda final.
El cantante gaditano y su formidable guarnición de músicos brindó anoche en el Teatro Lope de Vega un nuevo concierto de su gira Movistar -un clásico ya en su trayectoria-, y no defraudó a ninguno de los incondicionales que llenaban el patio de butacas. Con un sonido muy robusto, cada vez más alejado de los preceptos del nuevo flamenco en los que se forjó como artista y más próximo al rock andaluz -con momentos tan potentes que casi cabría hablar de heavy metal-, El Barrio es en directo una máquina bien engrasada que, con una docena de álbumes en su haber, tiene repertorio de sobra de donde tirar.
Ya sean sencillos de reciente factura, como Crónicas de una loca, o sus guiños infalibles en forma de versiones del mencionado rock andaluz, irresistibles éxitos como Pa Madrid o Buena, bonita y barata, lo cierto es que Figuereo y los suyos saben qué tecla tocan en la sensibilidad del respetable, ya sea apelando al espíritu jondo o haciendo vibrar el escenario con guitarras distorsionadas y ritmos contundentes.
La voz del líder gustará más o menos, pero pocas veces se encuentra a un cantante que saque tanto partido de sus facultades naturales, ni que logre consolidar una imagen tan identificable con elementos sencillos como son su vestimenta oscura y su sombrero, que viaja por toda España en flight-case, como si se tratara de un objeto de lujo.
En definitiva, puede que El Barrio no viva un estado de gracia creativa, pero mientras consiga hacer hervir a un coliseo estará todavía por encima de la mayoría de las propuestas actuales
