Cofradías

El barrio que no dejó de serlo

El nuevo vecindario del viejo arrabal vibra con la salida de la cofradía lanzando pétalos y vítores.

el 20 abr 2011 / 18:08 h.

Los vecinos de San Bernardo se echaron a la calle para arropar al Cristo de la Salud a la salida de su templo.
Hay barrios que nunca pierden su esencia, aunque cambien los edificios y sus vecinos sean otros. San Bernardo dio ayer testimonio de ello con la salida de su cofradía, la encargada de mantener unidos a quienes un día vivieron allí y cada Miércoles Santo vuelven para seguir los pasos del Cristo de la Salud.

Antonio es uno de esos antiguos vecinos. Apoyado sobre la reja de la iglesia pregunta bajo el antifaz:“¿Qué hora es? ¿La una y media? Cuando vaya a salir yo son las tres de la tarde. Llevo una semana mirando el tiempo y uff... espero que hoy nos deje salir”, señalaba este nazareno del palio que no dejaba de mirar las nubes que iban pasando. “Pero ¿sabes que es lo malo de hoy? –proseguía en su nerviosa explicación–, que no vamos a poder ni andar. La gente tiene muchas ganas de cofradías después del mal día de ayer [por el Martes Santo]”. No hacía falta que lo jurara. Bastaba echar una visual a la calle Cristo de la Salud, Gallinato y la calle ancha de San Bernardo, donde Manuel Ramírez, hermano de San Bernardo, recibía a amigos en su bar (Casa Ramírez): “¿Una de bacalao con tomates?”, saludaba de esta manera al compositor Manuel Marvizón y al periodista Carlos Herrera, que asomaban por allí minutos antes de la salida. “Este año no voy a salir de nazareno. Lo acompañaré todo lo que pueda, pero me tengo que quedar al frente del bar”, aseguraba con cierta tristeza este sanbernardino de pro.

Con tres minutos de retraso (a las 14.03 horas) se abrieron las puertas del templo. Ello alertó un poco a quienes esperaban fuera. La junta de gobierno que preside José María Lobo se reunió a esa hora para consultar los últimos partes. La previsión no era tan negativa.

Con bastante celeridad fueron saliendo los nazarenos. Había ganas de salir. Tantas que los nazarenos iban de tres en tres. En la bulla se abrían cuatro paraguas. Esta vez para protegerse del sol, que empezaba a imponerse sobre las nubes. Se pregona agua fresca y cartuchos de garrapiñadas. En la calle Cristo Rey, donde se levanta la nueva casa de hermandad de San Bernando, ondea el ramillete de globos que ha de tener toda cofradía de barrio.

En los balcones lucen capotes de paseo que testimonian el pasado taurino del barrio. Aurora, una de las pocas vecinas antiguas, no puede contener las lágrimas cuando ve salir al Cristo de la Salud: “¡Qué guapo eres hijo!”, le grita, mientras el capataz regaña a los costaleros en la primera levantá de la calle: “A escuchar lo que se manda desde fuera. El que tenga afán de capataz, que cuelgue la ropa y se vaya a buscar una cofradía en la que sacar un paso”.

Más emotiva fue la levantá del palio. El exhermano mayor Antonio Rodríguez Hidalgo se encargó de darla antes de ponerse el capirote: “Por María José, esposa de Antonio, que nos dejó este año”. Sobre la rampa llega el delirio. Suena San Bernardo, la nueva marcha de Marvizón. La cosa no termina ahí. Pasan los Campanilleros y lluvia de pétalos... Son los nuevos vecinos que hacen suya una devoción añeja y querida en un barrio que nunca dejó de serlo. 

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