Cofradías

El bautismo del Plantinar

El calor y la melancolía marcaron el primer Sábado Santo con cinco cofradías.

el 04 abr 2010 / 18:39 h.

Con una ovación cerrada recibió la Campana a los primeros nazarenos de ruán verde que pisaban la Carrera Oficial después de más de cuatro horas de recorrido desde el barrio Plantinar.

En el primer Sábado Santo de la historia de la Semana Santa con cinco cofradías, la protagonista indiscutible fue la hermandad del Sol, que se hizo merecedora del elogio unánime de la ciudad en su prueba de fuego ante la oficialidad cofradiera dejando una excelente carta de presentación en su primera aparición en la nómina.

Con el mercurio por encima de los 20 grados, la nueva cofradía puso rumbo hacia la Catedral desde su nueva capilla sacramental, aún a medio adecentar y casi con el olor fresco a cemento impregnado a sus paredes. La llegada a los dominios de la Carrera Oficial de estos esbeltos nazarenos, con capirote de 1,20 metros y antifaces por las rodillas, produjo un lógico revuelo de expectación.

El primer nazareno de la Hermandad del Sol que pisó la tierra prometida fue el ex hermano mayor, Francisco Javier Parrado Lira, a quien le cupo el honor de pedir la venia en el palquillo de la Campana para una cofradía que “se presenta humilde y silente tras años de fe, devoción y trabajo”, según dijo, desde que en el año 1932 iniciara su andadura de la mano de un grupo de devotos.    

El cortejo del barrio del  Plantinar, convertido en baluarte de una estética perdida o casi desconocida de Semanas Santas de otros siglos en Sevilla, desplegó de principio a fin su particular sello de cofradía de diseño, el mismo que le ha permitido hacerse un hueco en la nómina de la Semana Santa: tramo sacramental de doce nazarenos desmochados con hachetas, religiosas del Pozo Santo en la presidencia del Cristo, tambores a la funerala tras un palio de madera con pinturas...

Su gran hándicap, sin embargo, reside en que, teniendo diseño de cofradía de centro, proviene de un barrio alejado de la Carrera Oficial y debe permanecer más de diez horas en la calle, circunstancia que ayer, día en que el sol brilló con fuerza, pasó factura a sus tramos más adolescentes. Primorosamente exornado, el paso alegórico del Varón de Dolores entró en Campana a los sones de Santa Marta, una marcha clásica de la banda del Sol, y la Sagrada Conversación a los compases de Margot.

Otra cofradía de diseño, los Servitas, procesionaba ayer con llamativas novedades en su cortejo. El Cristo de la Providencia y la Virgen de los Dolores salían a la calle después de la excelente restauración practicada al conjunto de Montes de Oca en el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico. Impresiona la policromía de tintes cadavéricos del Señor. Con el estreno de un tapiz para el suelo del primer paso, la cofradía gana en detalles. Y es que ésta es una cofradía para deleitarse hasta en sus más mínimos elementos, como el de las rosas champán muy abiertas del palio de la Soledad, de auténtico cartel, o el bonete que lucía el preste con cirio tiniebla tras el manto de la dolorosa.

Anturios y claveles de color rojo exornaban al misterio del Sagrado Decreto de La Trinidad, cuyos andares constituyen todo un recital de cambios y de coreografía costalera. De celebración por su trigésimo aniversario, la banda de las Tres Caídas demuestra tras el misterio de las Cinco Llagas su pleno estado de forma con dos marchas de relumbrón en Campana: La Pasión y Enmanuel. La de ayer puede haber sido la última salida del segundo paso trinitario. Una intensa lluvia de pétalos, desde las azoteas del edicio del Ocaso, recibió a la dolorosa de la Trinidad, el último aliento de barrio que transita por la Carrera Oficial.

La Semana Santa empieza a escaparse entre los dedos cuando se abren las puertas de la iglesia de San Gregorio para dar paso al colorista cortejo del Santo Entierro. Muchas mujeres en las representaciones de un cortejo donde no se aprueba la salida de nazarenas. Tras el Cristo Yacente suenan por vez primera marchas con cornetas. División de opiniones.   

Un problema con la diadema de la Virgen mantuvo al paso de la Soledad de San Lorenzo arriado en el interior de su templo durante más de veinte minutos. El suspense se prolongó más de lo deseado, pero la cofradía llegó a tiempo a la Campana. Adornado con azucenas blancas, el paso de la Soledad pone un epílogo simbólico a una semana de emociones. Una saeta quiebra el silencio: “De la Pasión dolorosa/ y de tu divino Jesús/ sólo te quedan tres cosas:/ tu Soledad, esa Cruz/ y esas espinas sin rosas”.       

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