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El beato Marcelo Spínola, un hombre de visión, un pastor al servicio de su pueblo

Rosario Fernández Martos.

el 16 feb 2014 / 12:52 h.

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cardenal-marcelo-espinola El cardenal Marcelo Spínola leyendo un ejemplar de El Correo de Andalucía. Celebrar 115 años del nacimiento de El Correo de Andalucía es hacer memoria del beato Marcelo Spínola, su fundador, un hombre de Dios que tuvo la certeza de la misericordia y ternura del Corazón de Jesucristo, experiencia que dará sentido a su vida y marcará todas sus acciones. Junto al hombre de Dios, don Marcelo, fue un hombre de visión histórica, un santo enraizado en la tierra, un pastor comprometido con las necesidades de sus conciudadanos. Se da cuenta del hambre y la ignorancia de aquellos hombres y mujeres de finales del siglo XIX, del abandono de la clase obrera, del poder de los medios de comunicación social en el desarrollo de los pueblos, del papel que iba a jugar la mujer en la sociedad, de la influencia decisiva que tiene la educación en la formación de la persona y en la transformación de la sociedad, de la necesidad de formar santos y sabios sacerdotes. Y como hombre que tiene anclado su corazón en Dios, no puede estar ocioso. El beato Spínola trata de dar respuesta a tales necesidades con instituciones y obras duraderas, capaces de transformar el entramado de la sociedad. La fundación del periódico El Correo de Andalucía le honra como un hombre que supo captar la influencia de la prensa en la construcción de los pueblos. Su consigna al primer director expresa de manera clara lo que ha de ser la línea maestra del mismo: «Ni un solo trabajo, ni una sola línea, ni una letra de la nueva publicación deje de encaminarse a la defensa de la verdad y de la justicia». Y entre sus obras una muy amada por don Marcelo fue la Congregación de Esclavas del Divino Corazón. En su nacimiento confluyen una serie de circunstancias de orden social y cultural, pero la razón definitiva será el celo pastoral del beato Marcelo Spínola y la respuesta valiente y generosa de Dña. Celia Méndez, marquesa viuda de la Puebla de Obando. Entre las necesidades y urgencias sociales de su tiempo, don Marcelo siente la ignorancia en que yace gran parte de la sociedad, de modo que llegará a decir: «Peor que el hambre es la plaga de la ignorancia en España en este siglo». Comprende que la educación y la escuela es la obra más completa y excelente porque tiene por objeto, en palabras de don Marcelo, «lo más grande y lo más noble que hay en la persona, la inteligencia para que conozca la verdad y el corazón para que ame el bien», porque a través de ella «se engendra el amor de Dios en el corazón del niño y del joven», «se forma el corazón», «se ilustra el entendimiento con toda clase de saberes», «se transforma la sociedad y se logra el progreso verdadero». Del Carisma de la Congregación, centrado en el Corazón de Jesucristo, brota un modelo de educación que pretende formar el corazón, acompañando a cada alumno para que desarrolle el potencial que lleva dentro, todas sus capacidades; descubra el proyecto de Dios en su vida y encuentre su realización personal en ser y vivir para los demás. Un modelo educativo abierto a la trascendencia, que fundamenta su acción educativa en Jesucristo y su Evangelio. Este modelo ha marcado, desde los orígenes, un estilo educativo propio, el de la «pedagogía del corazón», que apuesta por la persona, como criatura e hija de Dios, con especial predilección por los más desfavorecidos; cuida y potencia la interioridad y la dimensión oracional; despierta la conciencia crítica y la solidaridad; promueve el amor, el servicio y el compromiso con la justicia social, como respuesta a las desigualdades de nuestro mundo. Un modelo de educación en el que las relaciones cercanas, sencillas, cordiales son un valor educativo que configura un espíritu de familia, que caracteriza a los centros Spínola. El gran distintivo de don Marcelo fue su amor a los pobres. Antes de ordenarse sacerdote, siendo abogado en Huelva, se dedicó de forma gratuita y con tanto interés a resolver los conflictos de los más desfavorecidos que le mereció el título de «abogado de los pobres». Amor que mostró durante su vida y le hizo merecedor de ser conocido popularmente como «arzobispo mendigo» por salir a pedir por las calles de Sevilla en el año 1905, cuando el hambre arrasaba la capital y sus pueblos. El Gobierno se propuso condecorarlo. Don Marcelo respondió: «No he hecho otra cosa que cumplir con mi deber de Obispo». Así era don Marcelo, un hombre humilde, de profunda vida interior, de firmes convicciones, valiente, amante de Dios y amante de los pobres. Un hombre de visión, un pastor al servicio de su pueblo

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