Recuerdo cuando el Sevilla perdió aquella fatídica final de Copa ante el Real Madrid en el Bernabéu. Penalti fallado por Enrique Mateos y a continuación gol de Ferenc Puskas al filo del tiempo reglamentario. Había cierto espíritu, no escrito, de revancha hacia el estadio capitalino y la Copa del Rey. El equipo estaba en racha.
El desplazamiento a Madrid siempre apetecible. Bonanza económica por aquel tiempo y, sobre todo, el convencimiento de la superioridad sobre el Getafe, daban un carácter de acontecimiento al partido, amén de lo que significa una final de la Copa de España.
La final fue todo un evento, aparte del triunfo, por el masivo desplazamiento y el fervor y ambiente de fiesta de la afición sevillista, que vería meses después alzar otra copa a su equipo en el estadio de La Castellana tras arrasar al propio Real Madrid en su estadio en la disputa de la Supercopa de España.
