Según los especialistas de la cosa el Sevilla llegaba al Bernabéu en el momento idóneo, justo antes de una trascendental cita Champions con el Manchester United que le podía distraer y multiplicaba las opciones de sorpresa de los nervionenses, que de la mano de Unai Emery habían renacido como el ave fénix en las últimas jornadas, eliminando de la Copa al Zaragoza, empatando en Getafe y ganando en el Sánchez Pizjuán a Granada y Rayo. Nada del otro mundo, por cierto, aunque lo suficiente para volver a ilusionar a una afición que estaba realmente hundida hace apenas unas semanas y que había recuperado la fe en los suyos, en especial por el 2-1 copero que cosechó en el Vicente Calderon (en la Liga, con Míchel, fue un durísimo 4-0) que abre de par en par las puertas a una nueva final.
El Bernabéu no debe ser la vara para medir a ningún equipo –salvo el Barça– de la Liga española, así que tras el fiasco lo mejor será hacer borrón y cuenta nueva, empezando por el próximo viernes ante el Dépor, que llega ya con pie y medio en Segunda división, y, visto lo visto, sin gastar muchas fuerzas en la siguiente visita a Barcelona, pues el partido del año, en estos momentos, no es otro que la vuelta copera frente al Atlético de Madrid del próximo 27-F, un choque en el que los sevillistas tienen puestos los cinco sentidos, desde el presidente al último hincha, pasando por el entrenador. Que salga cara o cruz en ese partido marcará sin lugar a dudas una campaña que de momento es bastante mala.