El Metro madrileño fue objeto en su día de uno de los primeros grandes conflictos entre Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón, pero desde entonces también ha sido testigo privilegiado de las sucesivas reconciliaciones entre presidenta y alcalde, que ayer escenificaron allí su última entente cordiale. Co-mo si de un estreno de teatro se tratase, el reencuentro en un acto público entre los dos líderes del PP en Madrid tras la batalla que han mantenido en las dos últimas semanas -con sus lugartenientes de por medio- por el control de Caja Madrid, congregó a decenas de periodistas entre los que hubo hasta golpes por captar la instantánea de este serial inagotable.
Con el nuevo intercambiador de Plaza de Castilla de escenario se abrió el telón. El alcalde buscó a la presidenta, le dio un toque de llamada en la espalda y, a continuación, un solo y frío beso en la mejilla.
Después, sólo la presión de los informadores para captar una imagen de los dos juntos y tratar de recabar sus impresiones sobre el reencuentro logró que Aguirre y Gallardón comenzaran a caminar juntos, aunque con muestras de cierta distancia, por el intercambiador.
El segundo acto entre los dos líderes del PP madrileño tuvo un testigo de excepción, el ministro de Fomento, José Blanco, junto al que acudieron a visitar las obras del tren de Cercanías que unirá la estación de Chamartín con el aeropuerto de Barajas. En este acto sí se dieron dos besos e incluso pudieron hablar a solas. En sus labios se esbozaron algunas sonrisas.
