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El Betis consuma su debacle con el descenso

El descenso del Real Betis Balompié a Segunda División va más allá de la mera debacle deportiva de un equipo que ha jugado con su suerte las últimas cuatro temporadas hasta descolgarse de los mejores justo el año en que había mejorado su plantilla.

el 16 sep 2009 / 03:37 h.

El descenso del Real Betis Balompié a Segunda División va más allá de la mera debacle deportiva de un equipo que ha jugado con su suerte las últimas cuatro temporadas hasta descolgarse de los mejores justo el año en que había mejorado su plantilla. El desastre es doloroso para el club y para los miles de aficionados que sienten pasión por el equipo heliopolitano, pero también es negativo para la ciudad. Los grandes acontecimientos deportivos fortalecen su imagen de marca, y no es lo mismo que el Betis esté en la Primera División a que tenga que purgar sus culpas deportivas en una categoría inferior. Ya no hay remedio. Desde las nueve de la noche de ayer, el Betis es un equipo de la Segunda División. Vuelve a ella después de siete años en Primera en los que conquistó una Copa del Rey para después iniciar un proceso de deterioro deportivo e institucional que culminó ayer. Ahora la mayoría de los pronunciamientos hay que ponerlos en contexto pues se formulan en plena explosión de rabia y de indignación, pero cuando este estado de ánimo se disipe, todo el beticismo debe emprender un proceso de reflexión sobre el modo en el que se ha gestionado este equipo en los últimos años y sobre la manera en la que se sentarán las bases para que vuelva a estar a la altura de su afición. La entidad, como empresa, ha ofrecido una imagen caduca muy alejada de la profesionalización extrema que se respira en este mundo. El fútbol es algo más que un deporte. Y para competir en pleno siglo XXI hacen falta estructuras potentes y modernas que sepan luchar en igualdad de oportunidades con los grandes colosos españoles y europeos. Por historia y por masa social, el Betis merece estar allí, pero los dirigentes del club, con Lopera al frente, deben hacer una reflexión autocrítica y, si siguen, aprovechar el paso por la Segunda División para emprender un proceso de catarsis que permita cambiar unas estructuras que todos, menos el máximo accionista del club, califican de desfasadas y obsoletas. Es lo mínimo que se merecen los béticos.

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