Jorge Molina protesta algo a Velasco Carballo / Kiko Hurtado Si el Betis de esta temporada fuese una cofradía, podría llevar en un paso a Jesús de Las Penas y en el palio a la Virgen de las Tristezas o la Virgen de las Lágrimas. También podría ser el Gran Poder, no por cierto exmandatario ahora encausado que está muy vinculado a esta hermandad, sino porque su virgen titular es la del Mayor Dolor. Eso es el Betis en este aciago y negrísimo curso: dolor, dolor y más dolor. Pero viendo cómo la desgracia de ser un pésimo equipo durante la mayor parte de la campaña ha sido sucedida por la desgracia de que se le junten otras desgracias ajenas a su voluntad y rendimiento, quizá el símil sea más apropiado con la hermandad del Cachorro. Uno de sus titulares es el Cristo de la Expiración, impresionante imagen que representa el último aliento de Jesús antes de morir en la cruz. Y el Betis, como él, apura sus últimas bocanadas de aire antes de decir adiós a la Primera División. El otro titular es la Virgen del Patrocinio: en realidad no tiene nada que ver lo uno con lo otro, pero viene la comparación que ni hecha a propósito en un año en que el equipo verdiblanco ha lucido su zamarra virgen de patrocinador. En Europa tiró de mamá Junta y precisamente ayer estrenó una publicidad que ha sido contratada para dos ratos, y para más inri blanquirroja. La principal razón para asociar el Betis y el Cachorro es su gente y su capacidad común e inagotable para enlazar infortunios y adversidades. Los hermanos trianeros son un Viernes Santo como los béticos un día de partido: saben que hay muchísimas posibilidades de sufrir una decepción y, sin embargo, unos recorren la calle Castilla en busca de su capilla y otros peregrinan a Heliópolis domingo tras domingo. Los primeros no llegan a la Catedral desde hace años, los segundos no ganan para derrotas esta temporada. Los nazarenos del Cachorro ya no saben a quién rezar para que no llueva y los béticos ya no saben a quién encomendarse que los libre de las riadas de mediocridad que les caen encima. Casi nunca sale el sol, ni en el Patrocinio ni en Heliópolis. Llueve agua, llueven decepciones, llueve tristeza... Velasco Carballo, por cierto, podría ser representado como Longinos, por aquello de asestar la última lanzada al moribundo.