En Sin perdón, ese western crepuscular que dirigió y protagonizó Clint Eastwood, saboreamos buen cine por todos lados. Pero también nos dio la oportunidad para descifrar algunas de las facetas más ocultas de los seres humanos, la que obliga a sacar de nosotros mismos el instinto vital de conservación, o si se quiere, una fuerza irresistible para salir adelante por encima de lo que sea y de quien sea.
El Betis, en este primer tramo de la temporada, ha sacado a relucir ese impulso primigenio cuando las cosas empezaban a torcerse. No había que preocuparse en exceso, puesto que el buen juego ha sido la constante, pero afloraron las primeras urgencias y surgió la necesidad de dar un puñetazo en la mesa y cumplir con el primer mandamiento de un equipo de fútbol: meter goles. Además, también se respetó el segundo mandamiento: que no marque el contrario.
A día de hoy, tras la demostración de solvencia ante Osasuna y Castellón en la Copa del Rey, podemos esperar que el equipo coja velocidad de crucero y logre situarse en puestos de más enjundia, acorde con el nivel exhibido.