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El Breviario de Mazarino

Umberto Eco, en el prólogo del Breviario para Políticos del cardenal Mazarino, define esta obra como el "programa de un hombre que, aprendiendo a ganarse los favores de los poderosos, a hacerse amar por sus súbditos...

el 15 sep 2009 / 00:26 h.

Umberto Eco, en el prólogo del Breviario para Políticos del cardenal Mazarino, define esta obra como el "programa de un hombre que, aprendiendo a ganarse los favores de los poderosos, a hacerse amar por sus súbditos y eliminar a sus enemigos, consigue conservar el poder gracias a las técnicas de la simulación". Eco sigue afirmando que "nos encontramos ante un modelo de estrategia 'democrática' (¡en la época del absolutismo!)". Ya que el poderoso "Mazarino nos ofrece una imagen espléndida de la consecución del poder mediante la pura y simple manipulación del consenso". En su introducción del Breviario, el propio Mazarino afirma solemne que "decían los antiguos: contente y abstente. Nosotros decimos: simula y disimula".

Mazarino hoy cobra rabiosa actualidad al ver la hipócrita reacción a las palabras, fuera de programa, de Zapatero con Iñaki Gabilondo. De verdad asusta la potencia de fuego de los que acusan con gruesos vocablos, mientras han tenido como enfermizo breviario de actuación una estrategia inmoderada de acoso y derribo. Lo que causa auténtica perplejidad y enfado, trascendiendo la oportunidad o significado de las palabras de Zapatero, es esa pose de indignación moral que pretende avalar inútilmente una oposición tan desproporcionada. Llevamos algún tiempo, excesivo, de frecuentes recursos a una exagerada protesta. Una queja legitimada en una aparente ética de consenso, que diseña interesadamente, que simula artificialmente, un colectivo al que sin complejos se denomina "la gente normal". Una mayoría social a la que se atribuye un ideario cocinado en laboratorios conservadores. Definida por la superioridad deontológica de tener que madrugar por las mañanas, mientras sin recato se defiende la ventaja moral del mercado sobre el Estado o la preeminencia social que otorga la riqueza individual. Un falso consenso atrincherado en una indigesta defensa de la democracia, que confronta dificultosamente con una izquierda maligna que se empeña en el ajuste democrático de cuentas con la ignominiosa dictadura. "La gente no lo pide por la calle", ¿recuerdan? Una táctica que se extiende, en la tradición de Mazarino, en falsas unanimidades que asocian, sin rubor, inmigrante con delincuente, menor de edad y malhechor, parado y forajido. Un concepto del poder que les incentiva, como dice Mazarino, a sustituir contención por simulación, abstención por disimulo.

Como humilde respuesta, una certeza elemental. Los españoles son un pueblo sabio y maduro. El 9 de marzo veremos su réplica. Mientras, un amable y constructivo consejo. En la voz Proyecto de su Diccionario del Siglo XXI, Jacques Attali afirma que "cuando un pueblo descubre que sus élites ya no son capaces de ayudarlo a definir y a llevar a cabo un proyecto, se resigna y se refugia en sucedáneos, de los que no es el menos importante la contemplación enfermiza de su propia decadencia; eso, si no se revuelve contra sus élites para acusarlas de ser la única causa de lo que no han sabido ni anunciar ni denunciar".

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