El baloncesto en Sevilla siempre ha estado tutelado por la Caja. Sin Caja San Fernando el Club Baloncesto Sevilla no hubiese estado ni hubiese sido. Bajo ese paraguas y con ese abrigo, para bien pero también en algunos aspectos para mal, en el sentido de que el confort relajó las exigencias en muchos de los órdenes de la vida del club, han sido casi tres décadas que el pasado viernes vivieron un final con la llegada a la propiedad de Jefferson Capital Funding. El baloncesto y sus aficionados le deben mucho a la Caja y a todos los que han hecho posible una historia que ha permitido a la ciudad disponer y disfrutar de un espectáculo deportivo de primer orden, partidos gradiosos, jugadores extraordinarios, entrenadores legendarios, de Amate a San Pablo, de Primera B a la Euroliga, de Manu Rodríguez a Satoransky, de Montequi, Leo Chaves y Echamendi a Aíto García Reneses, de Guillermo Sierra a Fernando Moral...
El cambio ya se esperaba, porque CaixaBank alojó en su casa a un huésped al que puso fecha para que abandonara su techo, aduciendo incompatibilidad con la filosofía de una entidad bancaria que patrocina baloncesto pero no lo mantiene, tal y como ha hecho la Caja, como hace Unicaja. Estaba por tanto en aviso de emancipación y desde ahora se adentrará en un camino en el que debe ir despejando incertidumbres. José Luis Galilea, hombre fuerte del fondo de inversión estadounidense que ha adquirido el 99,9% de las acciones del club, ya avisó de que el baloncesto en Sevilla pasará ahora a depender de los propios recursos que sea capaz de generar la entidad. De momento, CaixaBank asume el rol de patrocinador relevante, al menos durante tres años, pero los dueños, en buena lid, quieren que la ciudad se involucre, que haya más empresas detrás del club, y por supuesto, más socios y aficionados. De ello dependerá el futuro. Porque, con un fondo de inversión estadounidense de propietario, por mucho que en la entidad continúen rostros reconocibles para el cajismo como el mítico Raúl Pérez, responsable de relaciones institucionales del club, el jugador que más partidos ha disputado con la camiseta del equipo en estos 27 años (327), como se le reconoció con la retirada de su dorsal (el 9 que figura en el techo del pabellón), por mucho que en las próximas semanas regresen a la entidad otros exjugadores que están en el recuerdo de los grandes partidos, si la ciudad no arropa al club es obvio que el propietario hará las maletas y buscará ubicar su equipo en otro lugar donde su espectáculo tenga mayor rentabilidad.
No sólo dependerá de estas variables. Tambien, en gran medida, de la capacidad para reclutar y formar jugadores que luego puedan dejar en el club un dinero importante. El negocio del baloncesto no está en las taquillas, está en los derechos de los jugadores.
El futuro del Caja (porque siempre será el Caja), a corto y medio plazo, está entonces y doblemente en las manos de Kristaps Porzingis, en Nicola Radicevic, en Ondrej Balvin, y en los chicos que están por llegar, caso del pívot bielorruso Maxim Salash, los campeones de Europa cadete Tomeu Rigo, Carlos Hidalgo y Juan Oliva, o el sevillano Diego Gallardo. En su progresión estará el crecimiento del equipo en la pista y su valor de mercado, y de esas operaciones dependerá en parte la capacidad del club para seguir creciendo, contando con que la economía de los clubes ACB vaya mejorando, dado que son tiempos en los que pocos clubes tienen dinero para pagar traspasos.
En estas tres décadas, al Caja solo le ha faltado un título. Seguramente porque nunca se lo planteó como un objetivo, pese a ser una de las entidades con mayor estabilidad financiera. Estuvo realmente cerca en dos ocasiones, más allá de las dos finales de la Liga ACB, donde, ante el FC Barcelona de Aíto García Reneses que peleaba por la Copa de Europa, realmente no tuvo opciones. Pero sí en aquella final de la Copa del Rey de Valencia en el 99, un año mágico, en el que al hilo de extraordinarios registros defensivos que quedaron para siempre, disputó la final de las dos competiciones nacionales. Aquellas lesiones de Andre Turner y de Salva Díez en la final ante el Taugrés impidieron la conquista de una Copa que hubiese puesto un merecido colofón al mejor equipo que ha tenido el Caja en su historia. Los números y los resultados lo avalan.
También lo acarició el Cajasol de Joan Plaza, que tras apartar al anfitrión Benetton Treviso en las semifinales de la Eurocup en el Palaverde, se encontró a un Unics Kazan iluminado por su base Marko Popovic (18 puntos) e inalcanzable con su pívot, Macej Lampe (26 puntos), el actual jugador del FC Barcelona.
Cuatro subcampeonatos, otras dos semifinales de la Copa del Rey. Desde la liga ACB de la 1989-90, la primera que disputó el Caja San Fernando tras el ascenso, siempre ha estado en la élite, un mérito no siempre subrayado. De aquella liga, sólo otros siete equipos han estado de forma permanente en la ACB: Barcelona, Real Madrid, Joventut, Valencia, Unicaja, CAI Zaragoza y Baskonia. Es decir, el Caja, a lo largo de estas tres décadas, se ha hecho parte de la nobleza del baloncesto español, con etapas mejores, que no tuvieron la continuidad que se esperaba, y etapas peores, con el gran hándicap de competir por un espacio propio e importante con el Sevilla FC y el Real Betis, un espacio que ha conquistado pero que siempre supo a poco. Con la supervivencia en cuestión, aquellos tiempos parecen más brillantes. Toca conquistar el futuro sin una Caja que siempre estuvo a su lado.
19 de septiembre de 1989. Fecha del primer partido del Caja San Fernando en la ACB, en Granada ante el Puleva. 2 de junio de 2014: el último partido del club en la élite de esta etapa que ahora concluye, ante Valencia Basket, en los cuartos de final del play off. Derrotas en el primero y el último. En total, 910 partidos. La temporada más exitosa, la 98-99, con Javier Imbroda. 25 victorias en fase regular y otras 6 en play off.
