Feria de Abril

No hay quien venda un caldito del puchero

La crónica de la jornada. Las calores trastocan los menús de las casetas. La Feria encara la recta final tras una jornada pletórica en el Real. (FOTOGALERÍA)

el 08 may 2014 / 18:25 h.

Ambiente nocturno de este jueves. / Foto: José Luis Montero Ambiente nocturno de este jueves. / Foto: José Luis Montero (FOTOGALERÍA. Ambiente del jueves en la Feria) Con 33 grados a la sombra y sin aire acondicionado en la inmensa mayoría de las 1.049 casetas, mal día para que María la Morena (¡Morena!) ponga un potaje. El otrora codiciado caldito del puchero, con su miajita de yerbabuena nadando sobre la espuma del consomé, está en horas bajas bajo las lonas del Real. Las calores extremas de esta Feria de mayo, suavizadas ayer en parte por una ligera brisa, han desplazado al otrora mejor reconstituyente de las casetas –apto tanto para mitigar el frío nocturno como para meter el cuerpo en caja tras los excesos de manzanilla– a una suerte de extraño brebaje presente en las pizarras feriantes sólo para cumplir con el tópico. Venga rebujito, venga cerveza y venga refrescos para hidratarse bien y combatir estas calores, pero no hay quien venda un vaso de caldo del puchero detrás de la barra, se quejan los encargados de las cocinas. «Hemos vendido dos en toda la Feria y a una reunión de ingleses», atestiguaba ayer en la calle Costillares Julián Crespo Jiménez, encargado del catering de la caseta del Grupo de Empresa Maestranza de Sevilla (GEMAS). Y es que nada como una Feria con el mercurio rozando los 35 grados como para que los tradicionales menús de las casetas salten hechos añicos por los aires. «Reaccionamos rápido. Nos dimos cuenta de que iba a ser una Feria metida en calores y hemos cambiado un poco la cocina. ¿Con esta calor quién se va a comer un puchero o unos chocos con papas? Menos guisos y más platos fríos. A la carta le hemos metido más aliños, salmorejos, anchoas del Cantábrico combinadas con tomate natural, tosta de bacalao, y todo en frío», refiere el encargado. Ambiente del jueves en la Feria. / Foto: Pepo Herrera Ambiente del jueves en la Feria. / Foto: Pepo Herrera Las modificaciones operadas en el menú de las casetas no son más que una de las señas circunstanciales de identidad de una Feria de mayo que, por mor de las calores y de la inevitable política de contención de gastos en todos los bolsillos, ha agudizado, aún más si cabe, esa tendencia apreciada en los últimos años de trasladar su prime time, sus horas de verdadero apogeo y brillantez, a partir de la caída del sol. «La Feria, como la Semana Santa, es un ser vivo cuyo funcionamiento sigue las tendencias y comportamientos de la gente», teorizaba ayer en la caseta municipal el delegado de Fiestas Mayores, Gregorio Serrano, intentando encontrar una explicación a los nuevos hábitos que imperan entre el público feriante. Compaginar el horario laboral con la diversión en la Feria siempre ha sido una tarea ardua, pero la estampa de decenas de casetas semivacías a la hora del almuerzo se repite con demasiada frecuencia. A la Feria el sevillano procura ir ya almorzado y, si es posible, evitando los estragos de la calor. El momento álgido bajo este cielo de farolillos comienza con las horas vespertinas. Que se lo digan, si no, a los conductores de Tussam o a esa paciente masa de usuarios del transporte público que, a la hora punta –entre las 20.00 y las 22.00 horas– aguardan en las paradas a que llegue un autobús con algún hueco en su interior, entre tanto volante, que les deje cerca de la portada. Ambiente del jueves en la Feria. / Foto: Carlos Hernández Ambiente del jueves en la Feria. / Foto: Carlos Hernández Dos Ferias consecutivas de agobiantes calores han bastado para que el aire acondicionado en las casetas del Real haya pasado de ser un artículo de lujo a una imperiosa necesidad. ¿O es que no se acordaba usted que ya el año pasado el lorenzo hizo de las suyas en el recinto ferial? Llama la atención que en esta edición ya se vean casetas con sistemas de refrigeración mediante finísimos chorros propulsados de agua y que hasta el Circo Mundial emplee buen parte del tiempo de sus inserciones publicitarias radiofónicas en pregonar su nuevo sistema de climatización que permite mantener bajo su gran lona una temperatura constante de 21 grados. El combate al calor como reclamo. En la Calle del Infierno los feriantes también se lamentaban ayer de que los excesos del mercurio les están espantando la clientela. Y eso que en la mañana de este jueves la animación en los cacharritos era mucho mayor que la de días precedentes. Se notaba que era el primer día sin clases para los alumnos de Sevilla y familias enteras aprovechaban las horas cercanas al almuerzo para montar a los más pequeños en las atracciones sin las colas y los agobios de las horas vespertinas. «Esto es una ruina. Aquí me tienes, harta de trabajar para el Ayuntamiento», se quejaba Manuela Ruiz tras los cristales de la taquilla de su Mini Rally, un parque de autos de choque infantil. «Yo pago 12.000 euros por el sitio y no voy a sacar ni para pagarlo. La gente viene un ratito cuando acaba la calor y corriendo se van. Y encima de que la Feria ha caído en unas fechas muy malas, no nos dejaron abrir ni el día del trabajo ni el viernes tampoco...». Rebasado el mediodía, el nutrido paseo de caballos y carruajes haciendo crujir sus ruedas por el adoquinado de las calles del Real convierten a la Feria en un espectáculo único de luz y colorido. El sol empieza a caer tras las lomas del Aljarafe y las casetas se llenan de animación. Los políticos abandonan el Real para acudir al primer acto de campaña de las elecciones europeas. ¿Último lleno hasta la bandera en la Feria?

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