En el año 2007, antes de que nadie imaginara la que se le venía encima a este país, El Cerro del Águila se embarcó en una experiencia piloto en el campo de las artes escénicas. En este barrio sevillano se inició el proyecto Parque de Industrias Culturales de Hytasa, una iniciativa impulsada por el Ayuntamiento, que perseguía descentralizar la actividad escénica de la ciudad, y que contaba con el respaldo del Ministerio de Cultura. Seis años después, poco queda de aquel sueño. Las dos salas de teatro que se instalaron en esta zona industrial, que en total recibieron 625.000 euros de dinero público para poder abrir, y que aspiraban a ser sólo una avanzadilla de otras muchas iniciativas, están prácticamente desaparecidas. Una, la de Salvador Távora, sin apenas programación, y la otra, la Sala Fli, cerrada y en venta. Salvador Távora, ilustre vecino de toda la vida del Cerro, fue el primero en instalarse en el Polígono Hytasa en 2007, con su compañía, La Cuadra. Construyó un pequeño teatro que costó 1,2 millones, y que contó con una ayuda del Ayuntamiento de Sevilla de 400.000 euros. El dramaturgo quería usar este recinto como espacio para estrenar sus obras y atraer espectáculos alejados de los arquetipos comerciales a la ciudad. Dos años después echó a andar la Sala Fli, un espacio de la compañía Los Ulen, que se inauguró con el objetivo de ofrecer una programación permanente. Para ello, esta compañía convirtió una nave industrial que poseía en Hytasa en un espacio escénico con un aforo de entre 120 y 250 localidades, según la disposición de las butacas. Sólo esa adaptación costó 300.000 euros, que Los Ulen afrontaron en parte con el apoyo de las instituciones. Para todo el proyecto el ministerio concedió 160.000 euros, mientras que el Ayuntamiento dio 65.000. Estas ayudas sólo supusieron un 15% de la inversión total. El espíritu del Parque de Industrias Culturales Hytasa era acercar el gran teatro a los barrios. Para esto se planteó la conversión de este histórico polígono industrial en un foco de empresas creativas, donde La Cuadra y Los Ulen eran sólo la semilla. Todo parecía ir bien hasta que llegó la crisis económica, con la consiguiente caída de público y la falta de apoyo e incluso el impago de ayudas y contratos por parte de las administraciones. En la actualidad, la sala de Salvador Távora, que la pasada temporada sobrevivía programando intermitentemente algún espectáculo, se mantiene a duras penas. De hecho, el próximo Festival Internacional de Teatro (feSt) no contará con este espacio como sede, ya que cada uno de las salas participantes deben aportar su propia programación. Además, a estas alturas, no ha presentado la programación de la nueva temporada aunque espera abrir puntualmente con algún espectáculo, si bien asegura que en noviembre reformulará el concepto del teatro para intentar seguir adelante. Ahora mismo estamos viendo qué proyectos se formalizan para la sala, porque la situación es difícil, explica Távora, que reconoce que el último espectáculo de La Cuadra que programó en el Cerro fue Memorias de un caballo andaluz, el pasado enero. Estamos estudiando reformular el concepto y ver si en noviembre podemos reactivar la actividad, señaló , antes de precisar que La Cuadra sigue con sus representaciones por el resto de España. Távora, que confiesa sentirse como el último mohicano, recuerda que en los siete años de actividad del teatro no ha recibido ni un euro para programación por parte de las administraciones algo que reconoce que no le vendría mal, y eso que hubo una promesa incumplida que todavía estamos esperando que alguien asuma. Se refiere al compromiso que el 4 de marzo de 2008 pronunció el entonces director general del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (Inaem), Juan Carlos Marset, que garantizó que el Ministerio de Cultura aportaría en el periodo 2008-2012 unos 300.000 euros anuales para el Parque de Industrias Culturales del Cerro del Águila, para reconvertir el polígono de Hytasa. Cultura argumentaba que éste era un modelo que ya se mantenía con ciudades como Madrid y Barcelona, y que serviría para la rehabilitación de salas y espacios del citado parque industrial que, en su opinión, podría competir con espacios similares de Madrid, Barcelona, Londres o Nueva York. En peor situación está la Sala Fli, que ya el pasado año echó el cierre debido a los impagos de las administraciones. Aunque poco a poco estas deudas se han ido saldando, con bastantes retrasos y complicaciones burocráticas, Los Ulen no tienen previsto reabrir su local en próximas fechas.De hecho, según informaron a este periódico fuentes del sector, la compañía ha contactado con empresarios teatrales con intención de ofrecerles la sala, a fin de deshacerse de ella. Sin embargo, a día de hoy la venta no está cerrada y el difícil panorama económico no parece que vaya a ayudar a colocarla o reflotarla. A todo esto se suma el difícil panorama económico que se presenta para los espacios escénicos privados en 2014. El Ayuntamiento no prevé grandes incrementos de las subvenciones con respecto al pasado año. Las salas de gestión privada de la ciudad, reunidas en la Asociación Escenarios de Sevilla, llevan años protestando enérgicamente por las rebajas que el Consistorio ha realizado en las partidas destinadas a ayudas para sus actividades. Los recortes supusieron un descenso de hasta un 75% en estas subvenciones para las salas de artes escénicas en 2012, que han pasado de los 300.000 euros en 2010 a los 50.000 euros de 2012 y 2013, sin olvidar que en 2011 ni siquiera se convocaron. Pero de momento, Escenarios está centrada en la organización del feSt, que este año volverá a celebrarse entre diciembre y enero. En esta ocasión, los únicos escenarios serán TNT, La Fundición, la Imperdible y la Sala Cero. Para la inauguración se está intentando conseguir el Central o el Lope de Vega. Curiosamente el pasado año abrió el certamen un homenaje a Salvador Távora, cuya sala se caerá este año del cartel del certamen por primera vez.