Hoy les propongo pensar en Andalucía hablando de Dinamarca. No se extrañen. La revista Time ha dedicado un reportaje a los mejores países del mundo para hacer negocios, a partir del Informe de Competitividad Global anual que elabora el World Economic Forum. Este año destaca a Dinamarca. Una nación que cuenta con un nivel de bienestar de los más altos del mundo, con una renta per capita similar a la norteamericana, pero mejor distribuida entre su población. Con una tasa de desempleo del 3,1 %. Con una balanza comercial positiva. En una reciente encuesta, más del 76% opinaba que la globalización es una "buena cosa". Es el segundo país del mundo en presión fiscal, después de Suecia, aunque la fiscalidad a las empresas sea inferior a la norteamericana. Con un potente Estado del Bienestar de amplias prestaciones sociales y una fuerza sindical significativa. Los trabajadores disfrutan de cinco semanas de vacaciones al año, aunque es el país europeo con mayores facilidades para el despido.
El ex primer ministro conservador Rasmussen escribió un libro hace 14 años sobre la decadencia del Estado del Bienestar danés. Cuando ascendió al poder en el 2001 declaró que "tengo que admitir, 15 o 20 años después, que el modelo que hemos encontrado de educación y sanidad, públicas y gratuitas, buenas coberturas de desempleo y apoyo a las empresas, es la respuesta a los retos de la globalización". El artículo de Time concluye destacando que "el hecho de que Dinamarca haya combinado una economía dinámica con una alta fiscalidad, que casi dobla la norteamericana, desmiente muchos de los argumentos económicos expuestos en el pasado cuarto de siglo. Existe más de un camino para ser competitivos". Como ha declarado un portavoz empresarial, apuntando una justificación del éxito del modelo, es que "hemos sido una pequeña nación durante 1.000 años, pero básicamente somos un clan".
Aunque algunos territorios de democracias avanzadas se empeñen, el dilema de las sociedades contemporáneas no se resuelve en debates de identidad, sino en su capacidad real de construir consensos sobre políticas solidarias, eficaces e inteligentes. En Andalucía contamos con una gobernabilidad estable y un eficaz sistema de concertación social. Con una decidida apuesta por el desarrollo económico, asumiendo que el crecimiento o la competitividad empresarial deben conseguirse con la garantía pública del bienestar de los ciudadanos, de su seguridad económica, educativa o sanitaria.
Pero una vez trazado el camino correcto, sabiendo que el modelo funciona, debemos preguntarnos sobre cómo rematar colectivamente el esfuerzo, alcanzando e interiorizando una vocación de "clan andaluz". Un ejercicio general de complicidad y autoestima, que nos ayude a posicionarnos mejor en los debates pendientes de un Estado que no acaba de estar maduro en su organización territorial y financiera; un esfuerzo que, sobre todo, nos permita afrontar en mejores condiciones los retos de futuro de una economía cada vez más globalizada.
Gonzalo Suárez Martín es abogado