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El comprador de voluntades

Una infidelidad en 1993 del entonces secretario general del PP, Francisco Álvarez Cascos, propició que Francisco Correa -encarcelado como presunto cabecilla de la trama corrupta que ha salpicado a los populares- comenzara a trepar por el PP hasta moverse como pez en el agua por las plantas más nobles de Génova.

el 15 sep 2009 / 22:41 h.

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Una infidelidad en 1993 del entonces secretario general del PP, Francisco Álvarez Cascos, propició que Francisco Correa -encarcelado como presunto cabecilla de la trama corrupta que ha salpicado a los populares- comenzara a trepar por el PP hasta moverse como pez en el agua por las plantas más nobles de Génova.

La infidelidad de Cascos consistió en una escapada de varios días a Estambul con uno de sus ligues de entonces. Lo que no sabía Álvarez Cascos es que quien le atiende y vende los billetes en una agencia de viajes de Madrid es Francisco Correa. Gracias a esa viaje de Álvarez Cascos, Correa llegó a la cúpula del PP pero de tanto subir y subir, al final se cayó. Dicen que por bocazas y chulo. 

Correa, astuto, déspota a más no poder con sus empleados, avaricioso como él solo y amante de las marcas de lujo, según relataron a El Correo cargos de responsabilidad en el PP por aquellos años, tuvo la osadía de desplazarse a Estambul con su pareja los mismos días que Álvarez Cascos tenía previsto estar con su amante para coincidir allí con él. Nadie mejor qué él sabía sus horarios de vuelos y su reserva de hotel. No se conocían de nada pero volvieron siendo amigos. 

A partir de ese viaje Correa empezó a trabajar para el Partido Popular con la agencia de organización de eventos que montó. Sólo Álvarez Cascos y Correa saben en qué condiciones y términos nació esa pasión turca contractual, pero la relación era al poco tiempo tan afín entre los dos que la empresa de Correa fue bautizada natural y rápidamente en la calle Génova como la empresa de Cascos. 

Desde su firma de eventos, Special Events, sólo se trabajaba para actos del Partido Popular a nivel nacional. A pesar de los intentos de Correa, nunca consiguió trabajar para los populares en Andalucía. El ahora empresario detenido compraba voluntades con lujosos regalos pero Javier Arenas lo caló desde el minuto uno. No le gustaba nada. No se fiaba de él. Con el tiempo, Correa siguió subiendo peldaño a peldaño por Génova y su ambición iba cada día a más.

 Se casa con María del Carmen Rodríguez Quijano, hija de Emilio Rodríguez Buallo. Éste, ya fallecido, terminó también entre rejas por ser uno de los principales imputados en la Operación Malaya. Si el barco del suegro se llamaba Carmen 1. Correa, en un alarde de prepotencia, bautizó el suyo como Carmen 2. Siempre quería estar por encima de todo el mundo. 

El ámbito de actuación del empresario -ya encarcelado por el juez Garzón- cada vez se centró más en los pueblos del oeste de la Comunidad Madrid. En Majadahonda consiguió colocar a su mujer como jefa de prensa del alcalde. En 2003 contrata para su empresa a Pablo Crespo, ex número 3 del PP gallego, -también detenido- Isabel Jordán y Álvaro Pérez El Bigotes, aunque en la sede popular gustaba más llamarlo El director de circo. Huelga decir por qué. Pérez, gerente de Orange Market, fue detenido el pasado lunes en Valencia también por orden de Garzón. Él y Jordán están en libertad con cargos.

Los movimientos de Correa entre los populares eran ya tan frecuentes y habituales que llegó a organizar la boda de la hija de José María Aznar con Alejandro Agag en septiembre de 2002, e incluso firmó como testigo del enlace matrimonial en un acto que casi se consideró, sin serlo, como una boda de Estado. Al yernísimo lo conoció por un amigo común, Antonio Correa. A éste le pegó el codazo en cuanto pudo y Correa se autoproclamó en su círculo más cercano como protector de Agag aunque a todas luces parece que no le hacía mucha falta. La labor de El Bigotes como relaciones públicas daba tanto fruto que el salto de ¿calidad? de Special Events tenía cada vez la caja fuerte más llena.

La organización de eventos pasó entonces a un segundo plano para Correa. Los contactos adquiridos entre la clase política dirigente le permitieron cambiar el rumbo y zambullirse en el mundo del ladrillo con operaciones en Boadilla del Monte -cuyo alcalde está imputado-, Pozuelo de Alarcón y Majadahonda -donde el ex alcalde Guillermo Ortega es otro de los imputados-.

El propio Correa se jactaba públicamente de haber pegado un pelotazo de cientos de millones de pesetas en Arganda del Rey con Fernando Martín, entonces presidente de la inmobiliaria Martinsa -empresa ahora en suspensión de pagos- y conocido para la ciudadanía en general como sucesor de Florentino Pérez en la presidencia del Real Madrid. Quien le paró los pies definitivamente en Génova fue Javier Arenas cuando el de Olvera ya era secretario general del partido. ¿El motivo? Que Correa no cumplía los parámetros de calidad y compromiso exigidos. Sin más. Ni un regalito de 30.000 euros -devuelto por Arenas- pudo abrir a Correa el paso de Despeñaperros.

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