Cofradías

El Crucificado volverá a descender los 33 escalones

CORIA DEL RÍO. La Hermandad de la Vera-Cruz saldrá de la Ermita del Cerro otro Jueves Santo.

el 15 abr 2014 / 22:00 h.

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Cuando el Jueves Santo empieza a caer, cada año cientos de personas se congregan en la intersección de las calles San Juan y Martijera de Coria del Río para ver como el Cristo de la Vera-Cruz y la Santísima Virgen de la Concepción bajan los 33 escalones que conectan la Ermita de San Juan Bautista –más conocida por El Cerro– con las estrechas calles de localidad. El Cristo de la Vera-Cruz de Coria del Río se considera el Crucificado más antiguo que procesiona. / Foto: Alba Poveda El Cristo de la Vera-Cruz de Coria del Río se considera el Crucificado más antiguo que procesiona. / Foto: Alba Poveda Acompañados por el toque de difuntos de las campanas de la ermita, 30 costales encaminan al Cristo de la Vera-Cruz hacia su recorrido. Una gesta complicada desde que se posiciona frente al portalón. Un mal cálculo del carpintero obvió que las puertas de esta ermita de estilo mudéjar no se abrían al completo. Por ello, cuando Manuel Guzmán Bejarano, autor de la talla del paso, finalizó su obra de estilo barroco en 1986, aludió a la pericia del capataz para que el paso saliera del templo sin rozar. «Un buen capataz es capaz de pasarlo sin rozar el paso», aseguraba –según el primer prioste de la hermandad Manuel Ginés–. Proeza que a día de hoy corresponde a Francisco González. La estrechez del paso no es el único obstáculo. Aunque este Crucificado de 1500 mide poco más de 1,20 metros, para salir de la ermita tienen que enterrar la Cruz en el monte de claves rojos que la sostiene. Una vez fuera, en lo alto del cerro Jesús en la Cruz sube poco a poco para empezar a bajar los escalones. Un recorrido de apenas 500 metros que tarda cerca de media en bajar al ritmo de campana. Considerado como el Cristo más antiguo que procesiona en Sevilla, no falta leyenda sobre él. Según el primer fiscal de la Hermandad, Manuel Ramírez, uno de los navíos que partían hacia el Nuevo Mundo portaba tres Crucificados que servirían a los franciscanos para evangelizar. «Sin embargo, el peso provocó que conforme avanzaba por el Guadalquivir fuesen desembarcando las imágenes», explica Ramírez. El primero bajó en Sevilla, el segundo en Valparaíso y el tercero es el que todavía hoy procesiona cada Semana Santa en Coria del Río. De leyendas a hechos probados. Y es que a finales de los años 80 una grieta en la frente del Cristo llamó la atención de sus hermanos. Puesto que era su bien más preciado, la junta de gobierno decidió restaurarlo, para ello, el técnico les pidió varias radiografías –hecho no exento de aventuras–. Con los resultados en la mano, todas las partes estaban reflejadas menos una: la cara, aquella que más les interesaba. «A sabiendas de que podría estropear la talla, el restaurador metió el bisturí», cuenta Ramírez. Una intervención que fue clave ya que descubrió el rostro verdadero del Cristo, sobre el que había uno distinto que contenía una aleación de plomo –motivo por el que no lo captaban los rayos x–. Aunque en un principio relacionaron la anterior restauración a los destrozos del saqueo de la ermita en mayo de 1931, Ramírez recuerda que descubrieron en unos documentos que el rostro se había modificado a finales del siglo XIX, a petición del por entonces alcalde, con el fin de «dulcificar el rostro». Aunque gran parte de la historia recae sobre el Crucificado, los hermanos no están menos orgullos de su Madre. La bajada de la Virgen de la Concepción es todo un atractivo para los visitantes de esta Semana Santa. De hecho, es durante su salida cuando mejor se aprecia la dificultad que tiene bajar los famosos 30 escalones, que además cuentan con una leve inclinación hacia la derecha, que se aprecia a la perfección cuando el palio empieza a descender. Un total de 35 costaleros, bajo las direcciones de Estanislao Asián, son los encargados de mecer a su Señora durante los 30 minutos que dura la bajada. De hecho, Ramírez cree que raro es que la brisa del Guadalquivir y el movimiento mantengan la candelería encendida. La Banda Municipal de Coria –agrupación con la que esta hermandad cuenta desde su fundación– marcará el paso de la Virgen de la Concepción por calles como Cervantes, Zurbarán o Porche –a su paso ante el monumento de los no nacidos–. El espectáculo de ambas bajadas es tal que hasta los cofrades más reconocidos de Sevilla se quedan maravillados. Fue el caso de uno de un hermano mayor de El Cachorro. Ramírez recuerda como, el por entonces su homólogo, decía que aunque tenía estar con sus hermanos, puesto que quedaban pocas horas para su salida, no iba a irse sin volver a ver cómo los titulares de la Vera-Cruz de Coria volvían a subir los escalones para volver a su sede. Un momento que este año se producirá cerca de las dos de la madrugada. Un abogado madrileño también se asombró de la pericia de los costaleros. «A los capillitas lo que más nos gusta es cuando una Virgen tiene que girar una esquina de una calle estrecha», reconoce Ramírez, pero entiende que aquel hombre de leyes, amigo suyo, le recomendara contratar un seguro a terceros por el riesgo que tiene justo en el momento que baja el último escalón y gira hacia la calle Martijera. Desde el siglo XVI, esta hermandad sale cada Jueves Santo con cerca de 800 nazarenos con túnica blanca y capirote verde. Una vestimenta que portan «casi todas los nazarenos de las veracruces, excepto los de Sevilla que van de negro», explica Ramírez. Aunque su bajada es el momento del que más se enorgullecen sus hermanos, hay dos momentos claves durante su estación de penitencia: la visita al convento de la Hermanas de la Cruz –que tendrá lugar sobre las 23 horas– y la visita a la Parroquia de Santa maría de la Estrella, sobre la 1.30 horas, donde visitarán a la Hermandad del Gran Poder. Un recorrido que acabará cuando el diputado de la Cruz de Guía dé tres golpes al portón de la ermita y a la pregunta de «¿quién va?» responda:« La Hermandad de la Santísima Vera-Cruz, que vuelve a su casa».

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