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El daño global al planeta

Estados Unidos pretende seguir siendo el último de la clase en materia de cambio climático. No firmó el Protocolo de Kioto y ya advierte en la cumbre de Bali, organizada precisamente para acentuar las medidas correctoras del calentamiento global, que no admitirá limitación alguna a sus emisiones.

el 14 sep 2009 / 21:20 h.

Estados Unidos pretende seguir siendo el último de la clase en materia de cambio climático. No firmó el Protocolo de Kioto y ya advierte en la cumbre de Bali, organizada precisamente para acentuar las medidas correctoras del calentamiento global, que no admitirá limitación alguna a sus emisiones. Eso sí, como todo el que quiere salirse con la suya, a corto plazo hace promesa de negociar pero sin plazos ni fechas. Una táctica clásica para ganar tiempo. Al país más contaminador del planeta no parecen afectarle ni el realismo sin medias tintas que pregona Al Gore, ni haberse quedado sólo en su postura de 'no compromiso' con la reducción de emisiones. Incluso Australia, que tampoco firmó Kioto, se ha sumado esta vez a todos aquéllos que buscan soluciones a la mayor amenaza de la historia de la Humanidad. Los americanos se conforman con el pobre consuelo de que Turquía también se quede fuera del nuevo protocolo y los desahogos medioambientales que imponen sus muy cercanas elecciones presidenciales. La postura americana contrasta con la española. El Gobierno de Zapatero sí parece estar dispuesto a hacer sus deberes. Y aunque España ha quedado de los últimos en la carrera iniciada en Kioto no quiere perder ni un minuto en la próxima década. España arriesga mucho más que otros en el deterioro del clima y es urgente que el presidente se ponga manos a la obra. Su propósito de destinar nueve mil millones de euros para hacer más eficientes en términos energéticos los viejos y nuevos edificios, empezando por los públicos, es una buena prueba de que la amenaza se toma por fin en serio. No hay otra alternativa. Además, si no se actúa desde arriba, muy pronto se exigirá desde abajo. Una prueba muy cercana de ello: Para el 20% de la población de la Gran Sevilla los problemas medioambientales de Andalucía están ya por encima de otros tan relevantes como la sanidad y la educación. Nunca había ocurrido antes. Y la preocupación/alarma colectiva no ha hecho más que empezar.

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