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¿El declive de los falsos Papas?

El tercer líder de la Iglesia del Palmar de Troya, Gregorio XVIII, recibe en herencia una fuerte crisis económica y de seguidores.

el 23 jul 2011 / 19:08 h.

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La Iglesia del Palmar, con sus elevadas torres.

De las supuestas apariciones de la Virgen a cuatro niñas queda poco. Quizás únicamente el recuerdo de aquel 30 de marzo de 1969, en la zona conocida como La Alcaparrosa, cuando fueron a coger flores silvestres para el altar de la iglesia en El Palmar de Troya. Desde entonces han pasado más de cuatro décadas y, en estos años, el singular caso que se registró en esta Entidad Local Autónoma perteneciente a Utrera sigue dando que hablar.

De lo que allí sucedió en aquella primavera (todavía en blanco negro) a la poca información que hoy día trasciende (ya entre cámaras digitales y fotografía a color), el fenómeno se ha visto ampliamente modificado, y de los orígenes sólo parece quedar el lugar en que comenzó una de las historias de apariciones más conocidas de España.


La reciente muerte del papa Pedro II, líder de la iglesia palmariana desde la muerte del popular papa Clemente, fundador de la Iglesia del Palmar de Troya, ha vuelto a poner en el foco de todas las miradas esta anacrónica orden religiosa. Rechazada por la Iglesia católica y calificada como secta por casi todos, ahora parece haber recaído en las manos de un nuevo ministro, Sergio María, que con el nombre de Gregorio XVIII parece haber logrado el liderazgo que llevaba años esperando: su nombre sonó como sucesor del propio papa Clemente, pero ha tenido que esperar a la muerte de su sucesor, que accedió al papado gravemente enfermo.

Mientras, el apoyo ciudadano se desvanece. Que Francisco Franco, Don Pelayo, José Antonio Primo de Rivera o Cristóbal Colón sean santos de la denominada Orden de los Carmelitas de la Santa Faz hace que el rechazo social vaya en aumento, agudizándose una crisis que parece no tener arreglo. "Están abocados a desaparecer y éste puede ser un momento magnífico para ello", comenta el periodista Manuel Molina, experto en temas de la iglesia palmariana.

Ya había pasado más de un año desde las supuestas apariciones cuando llegó Clemente Domínguez Gómez a El Palmar. Sus éxtasis; la sangre en frente y manos y la transmisión de mensajes divinos lo convertirían pronto en el eje de aquel movimiento, del que terminaría autoproclamándose papa Gregorio XVII tras la muerte en Roma del pontífice Pablo VI. Junto al recién fallecido líder Manuel Alonso Corral, conocido como Pedro II, Clemente comienza a recibir donaciones de muchísimas personas que se acercaban o las enviaban incluso desde el extranjero. Ejemplo de ello fueron los 16 millones de pesetas que entregó una anciana baronesa y que sirvieron de sobra para comprar una finca y comenzar la gran basílica, con sus torres de 40 metros.

La presencia de un arzobispo auténtico, llegado desde Vietnam, hizo que se multiplicaran las ordenaciones sacerdotales y de obispos. Poco a poco el sectarismo fue aumentando, los muros de cinco metros que rodean el recinto del templo empezaron a alejar a la orden de la vida exterior y las normas se volvieron cada vez más estrictas. El investigador y escritor Moisés Garrido explica que los miembros de la secta tienen prohibido mantener relación con expalmarianos y que, con Pedro II, las prohibiciones llegaron al extremo de "ni siquiera permitir que un palmariano vaya a la playa o a la piscina, que asista a funerales no palmarianos o que escuche música moderna".

La doctrina de la orden ha traído consigo escisiones a lo largo de la historia. Entre las más sonadas, la del grupo de obispos que se marcharon a la localidad malagueña de Archidona tras ser acusados por Clemente de planear acabar con él y ocupar su puesto. También destaca la corriente que encabezó el padre Félix Arana que, con La cruz blanca sigue acudiendo a rezar a los pies de una cruz que existe junto a las tapias palmarianas.

Los vecinos de El Palmar de Troya recuerdan cómo han cambiado los tiempos y cómo, con el paso de los años, "se han encerrado más en sí mismos y la relación con la gente del pueblo se ha ido perdiendo cada vez más". "Se relacionan entre ellos y apenas tienen contacto con nosotros". El que fuera presidente de la entidad local hasta las pasadas elecciones municipales, Manuel García Alonso, recuerda que últimamente las relaciones que mantenían con la orden se limitaban "a tramitar algún papel o documento, para lo que solía venir el padre Sergio María", que ahora ha ocupado el cargo del nuevo papa Gregorio XVIII.

Adentrarse intramuros de la basílica es retrotraerse en el tiempo y encontrar numerosas cuestiones llamativas. Desde el vestuario para poder entrar (sin vaqueros, con camisas de manga larga y abrochadas hasta el cuello, e incluso velo para las mujeres) hasta las celebraciones religiosas (largas ceremonias de rodillas con oraciones en latín y ritos impropios de la época actual), todo es susceptible de llamar la atención de los que, con precaución, sin cámara de fotos y sin levantar sospechas de ser turistas curiosos, puedan comprobar lo que allí dentro se vive.

Ahora, tras la muerte de los dos líderes que iniciaron el movimiento (Clemente en 2005; y Manuel el 15 de julio), la Orden de los Carmelitas ha de seguir buscando cómo sobrevivir a la crisis económica y al descenso, cada vez mayor, de seguidores.

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