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El desconcierto de la izquierda

Es tónica generalizada de los partidos de izquierda el desconcierto ideológico en el que se mueven. Se puede comprobar en el PS francés en el que conviven las más variadas corrientes de pensamiento, que van desde las posiciones más duras que propugnan un Estado interventor con potentes servicios públicos hasta las más complacientes con la autorregulación del mercado.

el 15 sep 2009 / 06:43 h.

Es tónica generalizada de los partidos de izquierda el desconcierto ideológico en el que se mueven. Se puede comprobar en el PS francés en el que conviven las más variadas corrientes de pensamiento, que van desde las posiciones más duras que propugnan un Estado interventor con potentes servicios públicos hasta las más complacientes con la autorregulación del mercado. Ni que decir de los cambios de estrategias de Brown que oscilan pendularmente de una medida u otra sin reparar en su trascendencia ideológica; el primer ministro británico se comporta como un niño perdido que busca entre las sombras la mano de la madre para que le guíe, pues el señor Blair alteró todas las indicaciones sobre el camino a seguir. Lo mismo ha ocurrido con el SPD que aún no se ha repuesto de la política contemporarizadora de Schröder. Más relevante es el caso de Italia, donde la izquierda, dividida y fragmentada, ha perdido frente a un personaje como Berlusconi, que no esconde ni disimula su inclinación hacia la extrema derecha. En España el desconcierto ideológico es evidente en IU, en el que las disputas personales se entremezclan con la crisis de un pensamiento integrador que supere la vocación extraparlamentaria de muchos de sus líderes y retome un discurso realmente de izquierda. Una situación de desconcierto que se puede repetir en el PSOE si sigue la deriva ideológica que se aprecia en esta legislatura.

Este panorama se explica por el intento de los partidos de izquierda de asumir y justificar políticas claramente conservadoras con el pretexto de que la sociedad ha cambiado y deben adaptarse a los nuevos requerimientos. Pero ocurre que cuando se produce este giro a la derecha pierden sus señas de identidad, y tienen que competir con partidos que saben mejor aplicar ese tipo de políticas porque ellos las inventaron. Y en esta huida al pretendido centro, las formaciones progresistas olvidan su referencia ideológica y se prestan a casi todo. Esto ha ocurrido con la aprobación de la Directiva de retorno de los inmigrantes, un paso atrás en la construcción de la democracia y una traición a las raíces de la izquierda, que debe mantener como bandera de su actividad la defensa de los más desfavorecidos. Pues frente a la idea muy extendida de forma interesada por los pensadores de la derecha de que ya no existen clases sociales, resulta que estos inmigrantes reproducen en la actualidad la situación de los obreros en el despegue del desarrollo industrial que con tanto empeño y a costa de tantas vidas personales defendió una izquierda que había leído a Marx. Lo mismo cabe decir de la anunciada medida de extender a 65 horas a la semana la actividad laboral; medida que, tiempo al tiempo, será igualmente apoyada por la progresía europea.

Y aún más, lo que hasta ahora han sido señas de identidad del pensamiento de izquierda las mimetiza una derecha que se quiere apropiar en su beneficio de conquistas ajenas. Está ocurriendo con las reivindicación de las mujeres, timón de la política del PSOE e impugnada por el PP, pero que, sin embargo, coloca en sitios claves del aparato a mujeres jóvenes que se presentan con vaqueros para identificarse con un sector de jóvenes que han hecho de esta prenda el icono de la feminidad. Mientras algunas socialistas siguen aún empeñadas en demostrar que las progres también saben vestir, asumiendo la estética de una clase social que nunca las votará. Expresiones éstas del desconcierto ideológico que reina en la clase política.

Rosario Valpuesta es catedrática de Derecho Civil de la Pablo de Olavide

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