Cofradías

El día en que El Cerro conquistó la Campana

Este viernes se cumplen 25 años de la primera estación del Cerro a la Catedral, bodas de plata que hoy serán recordadas con una función .

el 20 mar 2014 / 22:20 h.

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El paso de misterio del Cristo del Desamparo y Abandono accediendo a la plaza del Triunfo aquel histórico Martes Santo. El paso de misterio del Cristo del Desamparo y Abandono accediendo a la plaza del Triunfo aquel histórico Martes Santo. Tal día como hoy, 21 de marzo, de hace 25 años, 800 heroicos nazarenos de antifaces granates y capas blancas pisaban por vez primera el mármol del pavimento catedralicio. Con un paso de misterio de segunda mano y un palio huérfano de bordados, el Cerro del Águila hacía historia y mostraba sus credenciales cofradieras a la ciudad. Aquel caluroso Martes Santo de 1989, la hermandad del Cerro se incorporaba a la nómina de la Semana Santa sin rodaje previo alguno. De sacar una procesión de gloria por el barrio allá por el mes de septiembre, la novel corporación creada más allá del Tamarguillo pasaba a convertirse, de la noche a la mañana. en una larga cofradía de penitencia con 14 horas de recorrido en las calles. Aprobada como hermandad de penitencia en septiembre de 1987 gracias al impulso decidido de fray Carlos Amigo, la nueva cofradía del Cerro renunció a salir en la Semana Santa de 1988 a fin de afinar al máximo su puesta de largo en la nómina de la Semana Santa. Los preparativos fueron intensos. Nada se podía dejar al azar. Se llegó a un acuerdo con el comercio de tejidos Santa Elena para que todos los hermanos pudieran tener su túnica en propiedad con facilidades de financiación. Mientras que los costaleros habían iniciado sus kilométricos ensayos, más de una decena en total, muchos meses antes. La Virgen de los Dolores abandona por primera vez su templo camino de la Catedral. La Virgen de los Dolores abandona por primera vez su templo camino de la Catedral. Y por fin llegó el gran día. Aquel fue un Martes Santo atípico ya que, al estreno de una nueva cofradía, se unía otra noticia menos agradable: la hermandad de los Javieres se veía obligada a dejar en casa al Cristo de las Almas debido a los daños causados sobre la imagen por un grupo de ladrones que había accedido de madrugada a Omnium Sanctorum, apenas un mes antes de Semana Santa, con la intención de desvalijar los cepillos del templo. Cuatro cirios negros, empuñados por sus manigueteros, reservaban el sitio que el Crucificado de Pires Azcárraga debía ocupar en la comitiva, en una de esas inquietantes estampas que acumula la fototeca de la Semana Santa. Y mientras en la calle Feria reinaba el pesar y el vacío, a unos cuantos kilómetros de allí el barrio del Cerro del Águila vibraba con la primera estación a la Catedral de su cofradía. Y llegó la hora de poner a la cofradía en la calle. A las doce del mediodía ya no cabía un alfiler ante las puertas de la antigua parroquia y una salva de aplausos saludaba la salida de la argéntea cruz de guía. Por deferencia del párroco, la primera llamada en el paso de Cristo la realizó el alcalde de la ciudad, Manuel del Valle. Por delante quedaba un recorrido a través de 44 calles con hitos a lo largo del camino como el desaparecido puente de la Enramadilla y la plaza de la Alfalfa. No fue hasta el año 1993 cuando la hermandad regresó, por primera vez, por la plaza del Triunfo. Los nazarenos de Cerro pasan ante el Palacio Arzobispal en 1989. Los nazarenos de Cerro pasan ante el Palacio Arzobispal en 1989. Muchos ojos estaban puestos aquel día en el escrupuloso cumplimiento de los horarios de la principiante cofradía. El diputado mayor de gobierno, Vicente Bernal, recuerda cómo la comitiva siempre fue llegando con anticipación a cada una de los puntos de control establecidos por el Consejo. Y ello a pesar de que los priostes tuvieron que hacer frente a un inesperado accidente cuando una grieta aparecida en la cruz del Cristo obligó a bajarla medio metro en el cajillo para evitar males mayores. En el palquillo de la Campana aguardaba el arzobispo de Sevilla, Carlos Amigo Vallejo, quien fue el encargado de conceder la venia a aquella nueva cofradía que por vez primera compartía con Sevilla sus tesoros devocionales. Después de dedicar una palabras a los costaleros del misterio, aquel espigado y jovial arzobispo abandonó el palquillo para incorporarse al cortejo y presidir la cofradía hasta la Catedral. Aunque antes sería testigo en la Campana de la lluvia de pétalos con la que los vecinos del barrio recibieron a la Virgen de los Dolores en la calle Tetuán y de la Salve que entonaron a coro para despedir a la Virgen ante de introducirse en el recorrido oficial. Al día siguiente, los titulares de los periódicos se hacían eco de la satisfacción del deber cumplido que ya mascaban camino de vuelta a su barrio los hermanos del Cerro. El Correo de Andalucía, en una crónica firmada por Antonio Silva, resumía tantas emociones con un triunfalista titular: «El Cerro llegó a la Campana y todo un barrio conquistó Sevilla». Veinticinco años después de aquella proeza, la hermandad del Cerro y fray Carlos Amigo, ahora cardenal y arzobispo emérito de Sevilla, vuelven a unir sus destinos. A las ocho de la tarde, Amigo presidirá en la parroquia de los Dolores la solemne función conmemorativa del 25 aniversario de la primera estación de penitencia, en cuyo transcurso se bendecirá el guión cardenalicio, con su escudo de armas, que perpetuará la vinculación histórica de la hermandad con su Hermano Mayor Honorario.

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