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El efecto Álvarez se diluye en Valladolid

el 13 abr 2010 / 20:24 h.

Fabiano persigue el balón ante Batista

Con el cambio en el banquillo el Sevilla no había experimentado una mejoría en el juego, pero sí en los resultados. Ayer, en Valladolid, falló lo segundo, y por tanto falló todo lo que había de reacción hasta ahora en el conjunto de Antonio Álvarez. No se puede decir que el horrible partido del equipo nervionense sea una sorpresa, ni siquiera que resulte extraño. El encuentro de ayer en Pucela, ante un equipo que se juega el descenso y que sólo había logrado hasta ahora cuatro victorias en la Liga, es hasta familiar, muy parecido al del Málaga el pasado sábado, muy parecido al de Villarreal, o al encuentro ante el Xerez o el Espanyol. Es decir, que el problema persiste y aún no tiene solución.

Si Antonio Álvarez quiere que su equipo toque la pelota, que la juegue, debería inculcar de inicio a sus futbolistas que todo ello tiene sentido si sucede en campo contrario, si se hace con peligro. Si resulta que por bajas, por millones desperdiciados en jugadores faltos de profesionalidad o por la falta de capacidad de otros no hay un futbolista que sea capaz de darle sentido al juego, la idea empieza a fallar. Hasta que vuelva Zokora, el centro del campo del Sevilla es indigno de un equipo que pelea –y lo que va a tener que pelear– por la Liga de Campeones. Lolo es voluntarioso, generoso en el esfuerzo, pero limitadísimo con el balón y, lo más peligroso, a veces parece que no es consciente de sus limitaciones. Jamás puede perder un balón como el que perdió ayer en la jugada del 2-0, a la postre decisivo. De su pareja ayer, Romaric, poco queda ya que decir. Pero su mala actuación evoca al menos la insistencia. Es un incapaz físicamente, y eso repercute en su presencia en el juego. Nunca está en la línea de rechace porque sabe que si acude luego no regresará a tiempo para cubrir su posición. No avanza porque sabe que sólo hace falta la velocidad para detenerle. Sólo es capaz de darla, cada vez arriesgando menos, al que tiene más cerca, y a veces ni eso. Irremediablemente no vale para este equipo y debería salir.

Con esta generación nula de juego en el centro del campo, los rivales, como el Valladolid ayer, sólo tienen que limitarse a tapar bien las bandas. Esto, automáticamente, garantiza que apenas lleguen balones en condiciones a los delanteros, que para colmo ayer dejaron mucho que desear, incluso en actitud y por apatía, hasta que salió Kanouté.Por ello, bien plantado en defensa, planteando y ganando la batalla en el centro del campo y con muy poquito el Valladolid se hizo con el partido. La tan afamada por su calidad, resolución y efectividad pareja Borja-Baraja se comió con facilidad a la medular nervionense. Bastó al equipo de Clemente acertar con  alguna de las varias ocasiones que fabricaron con balones largos ante la pasiva defensa sevillista para ponerse por delante.

RESULTADO CORTO. Afortunados fueron los pupilos de Álvarez de irse a la caseta con tan sólo un gol en contra, el de Diego Costa (42’), porque antes Nauzet (17’ y 25’) y Borja (23’) pudieron marcar. Pero la fortuna no duró eternamente. Lolo se encargó de destruirla perdiendo un balón que se convirtió en el segundo gol local (Manucho, 53’), al poco de salir de vestuarios.

Tuvo que agotarse la hora de partido para que los de Álvarez se acercaran a la portería de Jacobo, tímidamente, eso sí, con un disparo lejano de Lolo. La salida de Kanouté por un nulo Negredo ayudó. Recibió de espaldas, provocó faltas y tuvo la pelota, esa quimera en sevillista.

Y tuvieron que llegar los minutos finales para que el golazo de Cala metiera a su equipo en el partido (83’). Curiosamente, en el tramo final pudo llegar el empate en alguna que otra ocasión, pero entonces Jacobo se encargó de recordar que el Valladolid, además de portería, también tenía portero.

El Sevilla, con la derrota ante el Valladolid, vuelve a poner en peligro su objetivo de la Liga de Campeones. Si continúa jugando como anoche ya no habrá objetivo que poner en peligro.

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