Al menos 80 personas -hay fuentes que elevan la cifra de víctimas mortales a 120- han muerto durante el asalto con tanques del Ejército sirio a la ciudad de Hama, informaron ayer organizaciones de Derechos Humanos de Siria. El régimen de Damasco habla en cambio de dos policías muertos y actos de vandalismo.
El Ejército sirio atacó esta ciudad del noroeste del país, donde se suceden manifestaciones descritas como pacíficas por el embajador de los Estados Unidos, con carros de combate para aplastar las protestas contra el presidente, Bashar al Assad.
Un médico local declaró a la agencia de noticias Reuters por teléfono que la mayoría de los cadáveres fueron trasladados a los hospitales de Badr, Al Horani y Hikmeh, que se encuentran en Hama. También dijo que hay decenas de heridos y que no hay sangre suficiente para realizar las transfusiones necesarias.
"Nos atacan desde las cuatro direcciones. Están disparando al azar y aplastando los bloques de piedra colocados por los ciudadanos" en las calles, agregó. Según otro residente de la ciudad, los francotiradores se han colocado en los tejados del edificio de la compañía eléctrica y de la prisión. Otros habitantes cuentan que los tanques arrojaban proyectiles a un ritmo de cuatro disparos por minuto en el norte de Hama. La electricidad y el agua fueron cortadas previamente en los barrios principales, una táctica habitual del Ejército sirio en otras intervenciones en diversas localidades del país.
El Gobierno dio la orden de atacar al amanecer, después de haber mantenido Hama asediada durante casi un mes. El Observatorio Sirio para los Derechos Humanos advirtió ayer que la cifra de muertos probablemente aumentará porque muchos de los heridos se encuentran graves.
Además las autoridades sirias han expulsado de su territorio a la mayoría de los periodistas internacionales, por lo que es difícil confirmar las informaciones que llegan desde el país árabe.
Hafez al Assad, padre del actual presidente, perpetró en 1982 en Hamaotra matanza, cuando mandó a sus tropas a aplastar un levantamiento islamista encabezado por Hermanos Musulmanes. En los enfrentamientos de hace tres décadas fallecieron unas 30.000 personas.
En paralelo, las fuerzas sirias arrestaron ayer al líder de la tribu de los Baqqara, una de las principales fuentes de oposición contra el presidente Al Assad.
Nawaf al-Bashir, quien gobierna sobre más de un millón de baqaríes, la mayoría residentes en la provincia de Deir Al Zor (este), fue arrestado ayer cerca Damasco, informó la propia oposición.
Horas antes de su arresto, Bashir comunicó su intención de cesar la respuesta armada a los ataques de Al Assad y de convencer a los residentes de Deir Al Zor de que recurran a métodos pacíficos. El sábado al menos cinco civiles fallecieron durante un bombardeo del Ejército sirio en esta provincia, según informaron activistas.
El actual presidente sirio intenta acabar con la revuelta que comenzó en marzo. El Gobierno acusa a "grupos terroristas armados" de la mayoría de las muertes durante las protestas y afirma que más de 500 soldados y policías han sido asesinados.
El grupo de oposición Avaaz señala por el contrario en su último informe que las fuerzas de seguridad sirias han acabado con la vida de 1.634 personas durante su represión (no están contabilizadas las de ayer). Además, indicó que al menos 2.918 personas han desaparecido, que otras 26.000 han sido arrestadas -de las cuales 12.617 permanecen detenidas- y que muchas de ellas han sido torturadas.