Puro clasicismo en una mañana de domingo tan lluviosa, ideal para quedarse en casa, incluso en la cama como apuntó el siempre amable y generoso Michael Thomas al agradecer con cálidas palabras la asistencia de un público quizás no muy numeroso pero sí tan respetuoso como para mantener un saludable silencio entre movimientos. La compensación a tan tamaño esfuerzo fue un agradable programa que el conjunto, cada vez más merecedor de toda nuestra atención, resolvió con mucha dignidad y un más que evidente cariño, transmitido desde el escenario de las magníficas instalaciones del Auditorio de Alcalá de Guadaíra.Antonio Salguero exhibió virtuosismo, destreza técnica y musicalidad en el Concierto para clarinete nº 1 de Von Weber, que Thomas y la Bética acompañaron acomodándose con respeto y sustancia al lucimiento del solista, que se mantuvo vigoroso y expresivo en los movimientos extremos, mientras en el adagio central presumió de elocuencia y efusión melódica, con un acompañamiento majestuoso y equilibrado de las trompas. Antes sin embargo la Obertura de la música incidental que Beethoven compuso para Egmont de Goethe, que hace justo un año la ROSS ofreció íntegra, comenzó imponente pero continuó algo lánguida, con más relieve en la cuerda aguda que en la grave, eclipsada como el conjunto de los instrumentos de viento.Más vitalista y enérgica resultó la Sinfonía Italiana de Mendelssohn, pieza popular donde las haya, irresistible y exuberante, algo difuminada en sus líneas melódicas pero impecable desde un punto de vista técnico, de nuevo con un trabajo sobresaliente de las trompas en un andante de ritmo un poco acelerado. Thomas extrajo de la orquesta un sonido suave y brillante, meditado, vigoroso en el saltarello final, y una vez más pletórico de entusiasmo.