Economía

El enjambre de las rurales andaluzas

Siempre que se habla del mapa financiero andaluz los ojos se dirigen casi en exclusiva a las cajas de ahorros, acaparadoras de los titulares sobre fusiones y presiones políticas. Sin embargo, en la comunidad, y muy arraigadas al campo y a los pueblos, tienen su sede social diez cajas rurales que, en términos globales, sortean la actual crisis económica.

el 16 sep 2009 / 02:01 h.

Siempre que se habla del mapa financiero andaluz los ojos se dirigen casi en exclusiva a las cajas de ahorros, acaparadoras de los titulares sobre fusiones y presiones políticas. Sin embargo, en la comunidad, y muy arraigadas al campo y a los pueblos, tienen su sede social diez cajas rurales (son cooperativas de crédito), que, en términos globales, sortean la actual crisis económica gracias al apego a la tierra -los agricultores tienen fama de ser buenos pagadores de sus deudas, conservadores en cuestiones de dinero y con ingresos seguros con las subvenciones comunitarias- y cuyos beneficios suman tanto como Cajasol y Cajasur juntas.

Y, al igual que las cajas de ahorros, las rurales se están moviendo hacia procesos de alianzas e integraciones dentro de la consabida reestructuración a la que ya están llamadas las finanzas nacionales. Dentro de Andalucía, los últimos episodios de fusiones entre estas cooperativas se remontan a los albores de la década, cuando las de Sevilla y Huelva gestaron la Rural del Sur y las de Almería y Málaga, Cajamar. Esta última, a su vez, expandió sus horizontes más allá de las fronteras andaluzas hacia Castilla y León -absorbió a la vallisoletana Rural del Duero- y las miras las tiene puestas ahora en la región valenciana, a un tiro de piedra de Almería.

En el conjunto de España hay 45 cajas de ahorros, de las que 5 son andaluzas, a saber, Unicaja, Cajasol, Caja Granada, Cajasur y Caja Jaén, y 76 rurales, siendo 10 las que tienen sede social en esta comunidad: Córdoba, Adamuz, Cañete de las Torres, Nueva Carteya, Baena, Granada, Jaén, Utrera, del Sur y Cajamar.

Estas diez rurales registraron el año pasado un beneficio neto agregado de 198,28 millones de euros -de ellos, Cajamar, la primera rural del país, aportó 126,6 millones- y una red de 1.710 oficinas, en su inmensa mayoría en Andalucía, aunque las de Córdoba y Granada también tienen presencia en Madrid y, además, la almeriense teje su araña en medio país -las dos Castillas, Cataluña, Baleares, Cantabria, Ceuta, Melilla, Valencia y Murcia-.

Para hacerse una idea de su dimensión, las diez rurales made in Andalucía rebasaron en 2008 las ganancias netas conjuntas de Cajasol y Cajasur (190,1 millones) con un entramado de sucursales más pequeño (esas dos cajas de ahorros se acercan al listón de las 1.300).

En este contexto, fuentes del sector financiero destacan la rentabilidad de las cajas rurales, en especial aquellas más pequeñas adscritas a cooperativas agrarias y que, a pesar de la creciente competencia de cajas y bancos, se encuentran muy arraigadas en los pueblos -tienen, por tanto, una clientela muy fiel-, al tiempo que la mayoría -aquí habría que exceptuar a Cajamar- no se ha visto perjudicada por las grandes suspensiones de pagos de empresas o por una cartera de créditos excesivamente centrada en el negocio del ladrillo.

Así, sólo las rurales de Granada, del Sur y Utrera contabilizaron un descenso de beneficios el año pasado, mientras que los incrementos, aunque moderados, fueron la tónica habitual para el resto.

En cuanto al volumen de negocio, las rurales andaluzas gestionaron el pasado ejercicio 60.039,7 millones de euros, revelando un empuje mayor del crédito (sumó 32.725,91 millones) que de los depósitos (27.671,29 millones). En estos capítulos, en conjunto equivalen al agregado de Cajasol y Caja Jaén, y superan con creces el negocio en solitario de Unicaja, que es la sexta caja de ahorros de España (48.817,94 millones el año pasado).

La primera en dar el siguiente paso para adecuarse a un nuevo entorno económico que requiere de menos actores financieros (léase, menos entidades) ha sido Cajamar, que ha acometido una alianza, abierta a otras, con la valenciana Caja Campo para gestar un grupo cooperativo que no entraña la desaparición de la marca de esta última. Se trata de un camino próximo, aunque no igual, al de las fusiones, siempre más complejas.

No será el último, comentan las fuentes del sector financiero, quienes apuntan a próximos movimientos, también vía alianzas entre entidades de distintas autonomías y bajo el paraguas de la sociedad nacional Grupo Caja Rural (en el que participan todas las españolas excepto Cajamar). El objetivo, reducir aún más costes, gracias a las empresas de servicios -financieros, de tecnologías, etcétera- de las que semejante grupo dispone.

Si en las fusiones de cajas de ahorros la cuestión política pesa como una losa -por la presencia de miembros de diversos partidos en sus órganos de representación y administración-, en el caso de las rurales afloran los problemas de personalismos que, por otra parte, son comunes en todas las cooperativas.

En efecto, ese apego a la localidad o a la cooperativa agroganadera que la engendró combinado con el hecho de que ser presidente da caché en los pueblos supone un obstáculo a la hora de entablar negociaciones con otras entidades, a lo que se añade que las más pequeñitas sólo perciben el negocio financiero de cara a sus socios y como un mero canal para tramitar las ayudas comunitarias, y que algunas de las grandes han dicho no a cualquier operación que implique perder identidad.

Pero este enjambre de rurales parece olvidar los informes de la Consejería andaluza de Economía y Hacienda -el último, de 2007- que hablan de su progresiva pérdida de cuota de mercado financiero en la comunidad. Así, en el de los créditos tienen un porcentaje del 9,4% y en el de los depósitos, del 14,%. La presión de las cajas de ahorros foráneas alborota el panal.

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