Las últimas grabaciones publicadas por periódicos italianos en las que se escuchan conversaciones de Silvio Berlusconi con una prostituta de lujo en la residencia romana del primer ministro italiano han terminado de acorralar al líder de Forza Italia. Ayer, y después de haber negado en las últimas semanas en repetidas ocasiones las acusaciones de haber montado encuentros sexuales con prostitutas, se defendió diciendo que él "no es un santo". Por supuesto, pero también sabe que aquí no se está juzgando su comportamiento como ciudadano a título individual sino su actuación como jefe de uno de los Estados más poderosos de Europa y cómo puede influir en su gestión esa afición tan desmedida por montar fiestas privadas... seguramente pagadas con dinero público. No es una cuestión de puritanismo, sino de confianza en la seriedad de un presidente cuya conducta dista muchísimo de ser la más adecuada.
