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El estrés de ser inmigrante

Un millón de extranjeros en España padecen el llamado síndrome de Ulises.

el 05 feb 2011 / 20:24 h.

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  • Estar lejos de la familia y el país de origen, escuchar un idioma que no se entiende o habla bien, vivir en una cultura distinta, tener una apariencia física que delata como extranjero y pasar por todo ello en busca de una vida mejor que no siempre llega aunque a los que se quedaron se les oculte. Son muchas novedades que afrontar de pronto, y no todas positivas, que pueden llevar al "colapso" psicológico y a dolencias físicas como cefaleas, insomnio o falta de apetito. Los psicólogos le han puesto nombre, el síndrome de Ulises, y se calcula que lo sufren alrededor de un millón de inmigrantes en España.

    El profesor de la Universidad de Granada, Ángel Castro, profundiza en su libro Sos... Soy inmigrante (editorial Pirámide) en este "cuadro de estrés" específico de los inmigrantes que en 2005 fue identificado por el profesor de la Universidad de Barcelona Joseba Achotegui.

    Castro explica que se diferencia de la depresión en que "no es una enfermedad mental, como la depresión que está catalogada como tal, sino que es el principio de un cuadro de depresión muy grande que sí puede desembocar en una depresión".

    Reconoce que en el sistema sanitario aún no hay una clara identificación y tratamiento específico y se suele abordar como una depresión normal o derivando al paciente a psicólogos o trabajadores sociales, lo cual, según Castro, no está mal ya que "la principal vía para afrontarlo es la comunicación". En muchos casos, más allá de la ayuda profesional, contar con una red social de apoyo, especialmente del mismo origen, ayuda mucho a combatirlo.

    No a todos los inmigrantes les afecta por igual porque "en función del origen, tienen características distintas de personalidad y afrontan de forma distinta la inmigración". En su libro, aparecen dos testimonios, de un camerunés afincado en Melilla y de una ucraniana, en Málaga. Ambos comparten síntomas y sensación de fracaso pero la evolución varía y mientras ella va rehaciendo su vida, a él le pierde la pista.

    Los más proclives y más difíciles de tratar son los subsaharianos. "Son los que sufren más para llegar, los que más empeñan todo lo que tienen para venir, los que saltan alambradas y a los que engañan las mafias prometiendo un trabajo y una vivienda". Además, suelen venir solos, frente a los asiáticos que suelen emigrar en familia, y también tienen más dificultad para expresarse y son "más retraídos" que los latinoamericanos. "Muchos proceden de entornos rurales en países donde tienen mucho peso los chamanes, ritos y creencias religiosas y no afrontan los problemas intentando buscar solución, yendo por ejemplo al centro de salud, sino que pueden pensar que les han echado mal de ojos", dice Castro.

    El autor explica que la lejanía de la tierra y la familia siempre produce pena pero el problema aparece cuando ese sentimiento se hace crónico. No tener papeles ni encontrar trabajo son factores que lo propician, y superarlo es aún más difícil si se mantiene a la familia engañada, diciendo que todo les va bien en España, ya que "no pueden volver como fracasados".

    Castro insiste en la importancia de tener una red social de personas afines, con el mismo origen, que puede comprender por lo que se está pasando. "No es bueno vivir en un gueto pero tampoco tratar de asimilarse y ser un español más desde el primer momento, hay que mezclar ambas cosas", subraya.

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