El exilio dorado de la Virgen de la Encarnación de Aznalcázar

El pueblo reeditó la romería por los 75 años del regreso de la talla.

el 12 sep 2010 / 20:29 h.

La Virgen de la Encarnación partió de la finca de Castilleja de Talhara como hace 75 años.

La mayoría de romeros que partieron a primera hora a la finca de Castilleja de Talhara ni siquiera había nacido cuando la Virgen de la Encarnación salió en romería por primera vez -y hasta este domingo única- para regocijo de los aznalcaceños, que tenían como referencia festiva el camino hacia la aldea almonteña de El Rocío.

Desde jinetes montados sobre las grupas de sus caballos hasta jóvenes ataviadas con su traje de flamenca, todos se dirigían en procesión hacia el lugar del que hace 75 años partió esta imagen, tras tres años de exilio forzado por el temor de los fieles a que la quemaran. En plena II República se procedió a la quema de las imágenes de la iglesia de San Pablo. Pero la talla de la Virgen de la Encarnación se salvó gracias a una precipitada salida rumbo a la casa de su camarera para protegerla. Tres años permaneció en la sombra, hasta que el peligro se esfumó y regresó, en 1935, al pueblo en loor de multitudes y con la celebración de una romería.

Al final, 75 años después, los devotos consiguieron reeditar la estampa de la imagen saliendo de la finca de Castilleja de Talhara. La única diferencia fue que salió con menos exornos florales de los que arroparon a la imagen en los años de la II República. En esta ocasión apareció descubierta de todo palio de flores: sólo su presencia sobre la carreta tirada por bueyes y cedida para la ocasión por la Virgen de la Estrella de Valencina de la Concepción. Lo que sí lució como antaño fue una corona de plata que data de principios del siglo XVII. Y cómo no, también se repitieron las caras sonrientes de los romeros, con la felicidad contenida del que ve por fin un sueño cumplido.

Pero su sola presencia no fue la única alegría que se llevaron los romeros. Cuando ya dejó atrás los caminos de pinares y pisaba nuevamente su pueblo -del que se escapó, como hace tres cuartos de siglo, de incógnito para poder celebrar la romería-, la Virgen fue bajada de su carreta y portada a hombros. Fue un recorrido corto, la distancia que hay entre la calle Aseña y la parroquia, donde fue agasajada por última vez con una lluvia de pétalos. Y ahí se quedará, hasta que así lo quieran los aznalcaceños.

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