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El final del Barroco

Uno de los elementos más sugerentes de las exposiciones sobre el Barroco andaluz, montadas el año pasado por la Consejería de Cultura, fue el elenco de obras con las que, al contrario de Europa, en esta tierra el estilo se prolongaba hasta bien entrado el siglo XVIII.

el 15 sep 2009 / 19:18 h.

Uno de los elementos más sugerentes de las exposiciones sobre el Barroco andaluz, montadas el año pasado por la Consejería de Cultura, fue el elenco de obras con las que, al contrario de Europa, en esta tierra el estilo se prolongaba hasta bien entrado el siglo XVIII. Pero, al hilo de esa idea, podríamos preguntarnos si en muchos de sus contenidos no habrá continuado existiendo hasta hoy mismo, si no está aún vivo el Barroco en la arquitectura y la decoración de nuestras casas, en el culteranismo de nuestras expresiones y, sobre todo, en las paradojas de nuestro modo de vida.

El tramo final de aquel período fue el de gente que vivía aterrorizada por los castigos divinos y se permitía al mismo tiempo todos los pecados, que siendo ya pobre, aún se creía rica, que en medio del mundo de la ilustración, sólo utilizaba sus avances como florete de duelos dialécticos. Es esa dislocación la que llega hasta esta Sevilla barroquizante: la percibimos en el ingente número de todoterrenos que nunca verán una senda pedregosa, en la inane erudición que se sigue vistiendo de cultura, en una religiosidad banalizada sólo por los signos externos (presumir de hermandad o de colegio).

Siguieron el miedo, la caridad, el honor visible y no entraron ni el Buen Salvaje ni la filantropía. Eso se nota ahora, en la crisis, cuando sólo concebimos medidas desde ámbitos gubernamentales y ni una desde el personal. Seguimos sin siglo XVIII y un Kennedy sevillano es impensable; sabemos qué podría hacer nuestro país por nosotros pero no qué podríamos hacer nosotros por él. Deberíamos saber también lo que dijo ese discípulo de Cansinos Assens llamado Borges en el prólogo de una de sus obras: el Barroco es aquel estilo que deliberadamente agota (o quiere agotar) sus posibilidades y que linda con su propia caricatura.

Antonio Zoido es escritor e historiador

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