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El final del principio de la Encarnación

El Consistorio, que ahora acepta las peticiones de Sacyr, busca cómo no pagar más por las ‘setas’. Sacyr asegura que no es “imposible” acabar en la fecha prevista, el 31 de diciembre.

el 11 sep 2010 / 20:49 h.

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Las ‘setas’ se han convertido en un quebradero de cabeza para el Ayuntamiento.

Ya lo decía Albert Einstein: en tiempo de crisis, la imaginación es más importante que el conocimiento. Se buscan soluciones inmediatas y, en el caso del proyecto de la Encarnación, la chistera tendrá que dar mucho de sí. El Ayuntamiento no tiene fondos para hacer frente a tantos gastos, así que ya busca soluciones. Una de ellas, un patrocinador para el mirador de los parasoles. Primero fueron las luces navideñas, luego la Feria... y ahora las setas. Pero, ¿qué pasará después de la inauguración? El Consistorio podría plantear entonces fórmulas para deshacerse de este lastre económico, aunque eso le lleve a un crudo litigio con Sacyr.

La empresa constructora reclama al Ayuntamiento 180.000 euros al año, 7,2 millones en los 40 años de concesión, para que los sevillanos no tengan que pagar ni un euro para subir a lo más alto de los parasoles. Tras 30 años de espera, plazos incumplidos y desesperación de vecinos y comerciantes, es lo menos que se despacha. Si no se paga para ver la Catedral o el Alcázar, ¿por qué pagar por disfrutar de un proyecto público en una de las plazas más maltratadas de la ciudad?

Pero las arcas municipales no están para estos detalles, así que el Gobierno PSOE-IU asegura que ese dinero no saldrá de los presupuestos. De hecho, afirma que una empresa ya se ha interesado por patrocinar la nueva atracción turística que debió ser totalmente pública. Eso sí, no desvela más datos para no malograr el proyecto y ahuyentar al posible inversor.

La iniciativa privada, de hecho, ya suavizó algunos gastos municipales, como el de las luces navideñas. Incluso la Feria de Abril tuvo su patrocinio hace unos años.

Lo cierto es que el Ayuntamiento tendrá que destinar cada año más de un millón de euros, de una forma u otra, a subsanar errores del proyecto Metropol Parasol. Las cuentas no cuadran, así que Sacyr y el Consistorio pactaron un plan financiero para cubrir, por ejemplo, el sobrecoste del mercado de abastos (el Consistorio pondrá unos 200.000 euros anuales).

El objetivo, evidentemente, es que las setas se terminen sí o sí antes de que el alcalde deje el sillón. Lo que está por ver es qué pasará después de la inauguración, puesto que el Consistorio parece haber aceptado el nuevo plan financiero de Sacyr con la boca pequeña. Cuando los parasoles dejen de crecer, será el momento de hacer números o, incluso, de rescatar la concesión o de ir a los tribunales. Todo podría suceder. ¿O es que no han pasado ya demasiadas cosas impensables en este proyecto?

Y es que 40 años son muchos años de explotación. Y si se han modificado algunos aspectos del proyecto, ¿por qué no cambiar todavía más? Todo puede pasar, tras el 31 de diciembre.

Incluso el Ayuntamiento se ha mostrado dispuesto a echarle otro cable a la constructora al alquilarle el edificio que ocupa actualmente la delegación de Hacienda (el número 24 de la plaza) por 720.000 euros al año. No tendrá, pues, que buscar inquilinos (algo que se antoja complicado con el panorama financiera actual) y Hacienda no se verá en la calle, ya que tampoco está lista la que será su nueva casa, la antigua comisaría de la Gavidia. La falta de dinero también frenó su rehabilitación.

Sin embargo, este alquiler se lo podía haber ahorrado el Ayuntamiento (o por lo menos una parte, puesto que la sanción reflejada en los pliegos de condiciones del contrato por no abandonar el edificio tras terminar las obras es menor que la cuantía del arrendamiento). Pero los socialistas están empeñados en que desaparezcan ya las grúas de la Encarnación, para alegría de los sufridores vecinos y comerciantes de la zona, hartos ya de ruidos, suciedad, vallas y maquinaria.

Lo cierto es que el proyecto del arquitecto alemán Jürgen Mayer para la Encarnación dejará su huella en los próximos presupuestos municipales y se ha convertido en un ejemplo más de que lo que es bueno en tiempos de bonanza es nefasto en crisis.

El sistema de concesión administrativa, una vez más, se ha vuelto en contra de la administración. Y ya pasó, como botón de muestra, en la construcción y explotación de la línea 1 del Metro, donde la Junta tuvo que aumentar su participación en la sociedad para controlar los plazos de las obras. La frustrada reforma del antiguo mercado de la Puerta de la Carne y de la estación de Cádiz son otros ejemplos más de una fórmula público-privada que no funciona porque las empresas no disponen de dinero y se tienen que enfrentar a la reticencia de los bancos a conceder préstamos.

No en vano, Sacyr necesita fondos para terminar esta interminable obra, que ya encara su recta final. La constructora ya estudia cómo financiar los equipamientos de las instalaciones que explotará, como la galería comercial. Según fuentes consultadas, firmará un crédito por doce millones de euros con Cajasol, entidad que le ha pedido como garantía del cobro el alquiler que pagará el Ayuntamiento por el edificio que ocupa la Delegación municipal de Hacienda. Otro cable más.

Mientras tanto, los responsables de Sacyr no quieren hacer declaraciones y huyen "de todo lo que nos pueda distraer". "Estamos muy metidos en la obra, centrados en ello y nada más", así se muestran desde la empresa. Pero, ¿terminarán el 31 de diciembre, como señala el último modificado presupuestario?"No es imposible", apuntan, aunque sí es difícil. Por eso se va a reforzar gradualmente el personal, así como las horas de trabajo. Por ahora, sólo en la instalación del pino finlandés que recubrirá los parasoles trabajan entre 25 y 30 personas.

Y no sólo se trabaja en las setas, sino también en el museo y en el resto de instalaciones. "Los avances ya se ven, estamos en ello, en lo previsto", aseguran desde el tajo. Y es que la presión es fuerte. El alcalde incluso se reunió el pasado martes con el arquitecto -una cita que no se anunció públicamente- para impulsar más si cabe la recta final del proyecto. Alfredo Sánchez Monteseirín se juega mucho: de no acabar a tiempo, sería un duro golpe en su despedida como alcalde.

Evidentemente, las ecuaciones de este proyecto (que debió estar acabado en el verano de 2007 y cuyo presupuesto se ha disparado de 51 a 90 millones de euros) son complejas, técnica y políticamente, puesto que después de su finalización llegará la hora de pedir responsabilidades a todas las partes.

Entonces se verá si el alcalde conoce la frase, también de Albert Einsten, "si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo".

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