La moción de censura presentada por el Partido Popular en Benalmádena, apoyado por independientes y tránsfugas para arrebatar la alcaldía al PSOE es la prueba evidente de su doble vara de medir -sin escrúpulo político como en este caso- mientras se jacta en calificar de tránsfuga a la ex alcaldesa de Córdoba, Rosa Aguilar, por ingresar como independiente en el Gobierno del nuevo presidente de la Junta de Andalucía José Antonio Griñán. Los populares, en un verdadero ejercicio de funambulismo político, han aglutinado al centro derecha local, históricamente dividido en el municipio por las ambiciones personales. Así, el Partido Popular de Benalmádena quiso ayer dar sentido al acuerdo de "la mayoría social de la ciudad" intentando explicar el rocambolesco encuentro de esta formación con el Grupo Independiente de Benalmádena (GIB), después de que intentaran sin éxito concurrir juntos a las elecciones municipales, tras lo cual los populares ficharon al independiente Enrique Moya, que ahora será alcalde por el PP con el apoyo el partido del que se marchó. Para colmo, se une al nuevo gobierno Jesús Fortes, ex candidato del PP que, irritado por el fichaje de Moya que hicieron los populares, decidió fundar su propio partido, Iniciativa Democrática por Benalmádena (IDB), con el que logró dos concejales. Fortes apoyará ahora como alcalde al candidato que en su día le quitó el puesto y por el que terminó abandonando el partido. El Partido Popular, con actuaciones como la de Benalmádena, hace un flaco favor a su militancia y simpatizantes, al practicar con total descaro y sin complejos, comportamientos que luego se atreve a denunciar públicamente, intentando contaminar la formación del nuevo gobierno de la Junta. Javier Arenas debería reconsiderar ciertas actitudes de su partido, que por un lado acusa sin fundamento y por otro peca de lo que denuncia, dando muestra de incoherencia política y democrática.
