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El G8 y el derecho a sobrevivir

El derecho a sobrevivir es el título del último informe de Oxfam que ha visto la luz con motivo de la próxima reunión del G8 que tendrá lugar a partir de mañana en L'Aquila, la localidad italiana que en el pasado abril sufrió un terremoto en el que murieron 307 personas.

el 16 sep 2009 / 05:19 h.

El derecho a sobrevivir es el título del último informe de Oxfam que ha visto la luz con motivo de la próxima reunión del G8 que tendrá lugar a partir de mañana en L'Aquila, la localidad italiana que en el pasado abril sufrió un terremoto en el que murieron 307 personas.

Todos los medios de comunicación del mundo se hicieron eco de las consecuencias humanitarias y económicas de esa catástrofe natural, como suele ocurrir siempre que se producen en un país rico. Lo contrario de lo que sucede cuando las personas mueren por estas u otras causas en países pobres, en donde, sin embargo, la mayor vulnerabilidad de casi todos sus habitantes los convierte en potenciales víctimas. Así, mientras que en los países ricos mueren una media de 23 personas en cada desastre natural, en los pobres, esa cifra se eleva a 1.052.

Evidentemente, no es la naturaleza la que hace esta distinción cuando produce un terremoto, inundación o cualquier otro desastre, sino las diferencias de renta y riqueza, como demuestra el que haya una correlación directa entre los muertos por catástrofes naturales y el PIB per cápita de los distintos países del mundo. La pobreza, las consecuencias del crecimiento demográfico desmedido, los cambios en los sistemas de tradicionales de producción y las migraciones y aglomeraciones urbanas que generan, y la desigualdad en el acceso a los recursos dejan a millones de seres humanos prácticamente desguarnecidos ante fenómenos naturales que hoy día, no tendrían por qué ser tan letales.

Habitualmente percibimos estas catástrofes naturales como acontecimientos que se escapan a nuestro control humano porque responden a las fuerzas de la naturaleza que no controlamos, pero esto no es del todo así.

Es cierto que aún no contamos con una tecnología que controle el movimiento de las placas tectónicas o la formación de tormentas tropicales en la atmósfera, pero sí que disponemos de elementos para prevenir su devastador impacto como construir casas dignas en terrenos no proclives a las inundaciones o los corrimientos de tierra. Como igualmente tenemos medios a nuestro alcance para hacer frente a la causa más directa que los provoca: el calentamiento global de la tierra, el cambio climático y la mala gestión del medio ambiente que amenazan con multiplicar la aparición de fenómenos como las sequías o las inundaciones. Y, por supuesto, también están a nuestro alcance los recursos que podrían evitar que la pobreza y la desigualdad siguieran siendo la causa de su desigual impacto sobre los seres humanos. Aunque nos falta lo principal, la voluntad política para ponerlos en práctica porque los más poderosos del planeta no quieren renunciar a sus privilegios.

Para una gran parte de la humanidad lo que está en juego hoy día no es disfrutar de los derechos que son consustanciales a una vida digna, como los que tenemos a nuestro alcance la minoría de personas que vivimos en países ricos y democráticos. Es un simple derecho a sobrevivir lo que reclaman cientos de millones de seres humanos y deberíamos ser conscientes de que eso es algo que nos incumbe a todos.

Los gobiernos de los países ricos tienen seguramente la mayor responsabilidad al respecto. Ahora se vuelven a reunir para hablar de la crisis, aunque en la agenda también aparece la continuación del diálogo con los países en desarrollo y los objetivos del milenio, el cambio climático, la seguridad alimentaria, el agua, la educación o la salud global. Tienen ante ellos una nueva oportunidad para rectificar y hacer frente a estas cuestiones esenciales con sinceridad y eficacia en lugar de volver a defraudarnos.

Vicerrectora de Postgrado de la Olavide lgalvez@upo.es

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