Visto lo visto, cada vez estoy más convencido de que, en la actualidad, el control del poder mediático es el que facilita el dominio del poder político. Son los medios de comunicación los encargados de crear climas y corrientes de opinión, los que hunden o vanaglorian la trayectoria profesional de una persona y los que airean que la más excelsa estupidez o disparate ha de ser considerada dogma de fe universal. Vales tanto como bien sirvas para salir en la correspondiente foto y así como de simpático, que no tanto inteligente, representes ante un micrófono, cámara o titular de prensa. Lo que mola no es tener ministros o ministras preparados y cualificados sino que la selección dé que hablar de progresía a la parroquia adepta. En este país si el Chiquilicuatre se presentara al Congreso sacaría más votos que Llamazares, con mejor programa político pero sin el mismo poder de transmisión de masas.
Si a ello unes el poder económico, ahí tienes a Berlusconi, quien es como Ave Fénix, que renace de sus cenizas, pues conoce como nadie cómo atraer con sus excentricidades al más puro estilo garibaldino, con su sonrisa y prepotencia, ejerciendo de patricio reconvertido en tribuno de la plebe. Sólo el Poder Judicial incomoda con su independencia, en esa estrategia de control absoluto, de ahí que en Italia ya el Poder Judicial se encuentre defenestrado, con una proporción del más de 80% de sentencias penales que no se pueden ejecutar porque caduca el procedimiento y con una pendencia y dilación en la tramitación de los procesos civiles que multiplica casi por diez a la española. A ese desprestigio, naturalmente, no se llegó en un día, mas lo que me preocupa es que parece que aquí seguimos el mismo modelo, en un ataque furibundo a la actuación de los jueces que se orquesta sibilinamente con ese propósito, aun cuando ello suponga herir de muerte un pilar fundamental de nuestra Democracia.