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Embajada de Oriente en Triana

Primero en barco y luego a caballo, el Heraldo llegó al barrio para recoger las llaves del mismo y asistir a la coronación de lo Reyes en la Iglesia de Santa Ana.

el 03 ene 2015 / 18:16 h.

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  Heraldo1 Llegada del Heraldo a Triana. Foto: L.B. Por el Guadalquivir, que aunque nace en Cazorla y desemboca en Sanlúcar de Barrameda debe estar conectado a algún afluente que dé al lejano Mar Rojo, llegó el Heraldo de Sus Majestades a Triana, que ya se sabe que el arrabal es República independiente (aunque en Navidad se vuelve monárquica) e igual que tiene su Corpus Chico, su andar cofrade trianeando y sus peregrinos rocieros, no se conforma solo con su propia Cabalgata el día 6 (por cierto, la única que sale por la tarde) sino que tiene hasta su Heraldo encargado de anunciar la llegada de los Magos. Tras surcar el río, el Heraldo (encarnado por Enrique Remesal) desembarcó en el pantalán del Paseo de la O y cambió la barca por un caballo para, acompañado por su séquito, y sobre todo por los saludos y caras de ilusión de los niños trianeros, enfilar la calle Castilla y dar su primer paseo por el barrio camino de su Catedral para asistir a la coronación de los embajadores trianeros de los Reyes Magos de Oriente y recibir de manos del alcalde, Juan Ignacio Zoido, las llaves del arrabal. Por una vez había más cola para entrar en la Iglesia de Santa Ana que en la vecina capilla de los Marineros, aunque muchos de las familias que pasaban por sus puertas camino de Santa Ana no se resistían a visitar a la Esperanza de Triana. Por cierto, que justo en frente iba pasando un paje adelantado a la comitiva del Heraldo y faltó tiempo para que saltara la guasa trianera con un “¿esto que es, un armao?”. A las 18.10 se abrieron las puertas de Santa Ana y en unos minutos bancos y pasillos de la parroquia se llenaron. “El Heraldo es ese señor que hemos visto por la calle y le tiene que dar las llaves a los Reyes”, explicaba una abnegada madre a su hija mientras esperaban ya en el interior. “¿Y el Heraldo me va a dar chuches?” contestaba la pequeña práctica. Otros lanzaban a sus padres la temida pregunta: “¿Pero estos son los Reyes de verdad?”. Caras de póker y silencio disimulado. Y es que con tanto Heraldo y tanta Cabalgata es difícil explicar a los niños lo del don de la ubicuidad de los Magos. Menos mal que, tras ser coronados por el alcalde en el Altar de Santa Ana uno a uno los Reyes trianeros, y a los sones de la Banda de las Tres Caídas que junto al coro de la parroquia pusieron música a la ceremonia en el interior, Melchor (Luis Baras) tomó la palabra y explicó a los niños trianeros que hace unos días él y sus compañeros Gaspar (el vecino del barrio elegido por sorteo Manuel Touriño al que pudo verse especialmente ilusionado) y Baltasar (Esteban Romera, muy aclamado) recibieron “una llamada de los verdaderos Reyes Magos que nos decían que como nosotros conocemos mejor vuestra alma, vuestra manera de sentir, ellos depositaban en nosotros su confianza para representarles durante unos días y por eso vamos a ser portavoces de los niños de este barrio”. Todo aclarado pues. Gran favor hizo el Melchor trianero a los padres congregados, aunque luego hizo una promesa –“os garantizo que os lo van a traer absolutamente todo”- que arrancó algún comentario entre los progenitores de “tampoco te pases, que algo se quedará en el tintero”. Heraldo2 Con sus coronas sobre las cabezas, y tras recibir también al Duende de Triana –personaje incorporado por primera vez a la Cabalgata como encarnación de la “solidaridad” (el presidente de la Asociación Síndrome de Down, José Caro)- llegó el momento de que el alcalde entregara al Heraldo las llaves de Triana “que como veis son muy antiguas porque este barrio es muy antiguo” aclaró. Y tras unos breves consejos del párroco de Santa Ana, Manuel Azcárate, a los niños trianeros para que sean buenos y quieran mucho a sus padres, las puertas de Santa Ana se abrieron de par en par para que el Heraldo recorriera de nuevo el barrio a caballo recogiendo las misivas con los deseos de los pequeños. Y los trianeros se volcaron para recibir con todos los honores a su Embajada de Oriente.  

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