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El hombre que hace tres cosas a la vez

En el primer debate televisado de la campaña electoral americana, el senador Barack Obama le espetó a su rival, John McCain, que para ser presidente de Estados Unidos hay que saber hacer dos cosas a la vez, indirecta directísima a los republicanos que en tiempos acusaban a Jimmy Carter de no saber andar y mascar chicle al mismo tiempo.

el 15 sep 2009 / 16:23 h.

En el primer debate televisado de la campaña electoral americana, el senador Barack Obama le espetó a su rival, John McCain, que para ser presidente de Estados Unidos hay que saber hacer dos cosas a la vez, indirecta directísima a los republicanos que en tiempos acusaban a Jimmy Carter de no saber andar y mascar chicle al mismo tiempo.

La frase, por demás expresiva de las capacidades de cada uno, se me vino a la cabeza mientras el lunes escuchaba la lección magistral de José Luis Manzanares Japón en el solemne acto de su ingreso en la Academia de Ciencias Sociales y del Medio Ambiente, que la Ministra de Fomento presidió en el Real Alcázar.

Manzanares, uno de los más notables ingenieros de España, pertenece a la especie en extinción de gente que puede hacer incluso tres cosas al mismo tiempo sin despeinarse, sin agobiarse y esparciendo sensación de tranquilidad en su entorno. No amontonaros, hay tiempo para todo, suele decir cuando el trabajo, las obligaciones y la agenda aprietan.

Profeta en su tierra, aunque le faltan no pocos reconocimientos a su labor como Catedrático de la Hispalense, empresario de la mayor Consultora de Ingeniería de Andalucía y escritor en sus ratos libres, el nuevo académico es un trianero renacentista, sucesor a buen seguro de aquella ilustre embajada del Imperio del Sol Naciente que en 1614 subió por el río hasta Coria, donde justamente se recuerda en bronce a su jefe, el samurai Hasekura Tsunenaga. El segundo apellido de Manzanares (Japón) le ha marcado genéticamente como intelectual minucioso, laborioso y, como digo, sobradamente capaz de ingresar en la Academia, trazar un puente y escribir las andanzas literarias de su recordado Joaquín, todo al mismo tiempo, según nos tiene recomendado el senador por Illinois.

Hombres como José Luis Manzanares son los que empujan Andalucía. Nunca ha querido domiciliar su empresa fuera de Sevilla, pese a que en el Ave lo conocen más que a los revisores, pero todo tienen sus diseños como un aire del Altozano: sus puentes, sus carreteras, sus edificios azules confundidos con el cielo de la Isla de la Cartuja y hasta el circuito urbano de velocidad de Valencia, recientemente inaugurado, que es de su firma como lo es también el de Jerez.

La Academia de Ciencias Sociales de Andalucía, que con tanto afán dirige Antonio Pascual Acosta, se ha enriquecido con este ingreso: el de un andaluz tocado por tres gracias, la iniciativa, la creatividad y el trabajo sin cuartel, que -me olvidaba- se ha convertido también en un gran experto en el teatro de don José Echegaray. Mérito especialísimo éste último por el simple hecho de tener la santa paciencia de ponerse a leer unos dramones que no han vuelto a ser representados desde que Valle Inclán y sus partidarios se dedicaban a patear los estrenos del eximio ingeniero de Caminos, gobernador del Banco de España y Premio Nobel en 1904.

A Manzanares sí que habría que otorgarle ese otro premio, ya saben, que Andalucía le debe.

Periodista. gimenezaleman@gmail.com

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