Economía

«El hombre que me discrimina al final pierde»

La administradora de la sociedad agraria Ramio Español, ubicada en Cantillana y dedicada a naranjas, patatas, maíz, algodón y girasol, reflexiona sobre el papel de la mujer en la agricultura andaluza y el impacto de la crisis en el negocio del campo. Foto: J.M.Cabello.

el 15 sep 2009 / 17:00 h.

La administradora de la sociedad agraria Ramio Español, ubicada en Cantillana y dedicada a naranjas, patatas, maíz, algodón y girasol, reflexiona sobre el papel de la mujer en la agricultura andaluza y el impacto de la crisis en el negocio del campo.

-Margarita, nombre tan femenino como campestre. ¿Cómo es que se adentró en un negocio, el agro, tan 'masculino'?

-Aunque éramos siete hermanos, mis padres me plantearon, hace ahora 19 años, que llevara la finca familiar. Yo trabajaba en una asesoría fiscal, estaba separada y con un hijo. Quizás por el carácter que tengo, mi familia creía que poseía cualidades para hacerlo bien. No sabía dónde me metía, aunque el gusanillo del campo siempre lo he llevado dentro.

-Vayamos al día después. Una mujer recorriendo la finca y con dotes de mando.

-Mi padre me acompañó y me presentó a los trabajadores, más de un centenar, y por sus rostros vi que no les hizo gracia. Mi primera decisión fue nombrar a un empleado eventual como encargado y aún hoy me acompaña.

-¿Empresaria desde lejos o de las que recogen también papas?

-He recogido de todo, patatas, algodón, espárragos. De hecho, ha habido cuadrillas enteras que me han dejado plantada. Cuando cogí la finca, el cultivo principal era el espárrago blanco, que generaba muchísima mano de obra, de ahí que no faltaran los problemas sindicales. He trabajado en el campo sábados, domingos, festivos.

-¿Se ha sentido discriminada en el campo?

-Sí, claro. He recibido todo tipo de proposiciones, algunas muy dolorosas y por las que me he sentido herida, furiosa, con rabia. Pero tengo carácter, y en el campo he dejado claro que me tienen que respetar como agricultora. Si superas estos episodios, al final sales fortalecida, con más garras.

-¿Salió alguna vez corriendo?

-En aquellos tiempos, sí, alguna vez me monté en el coche dispuesta a no volver, pero al final recapacitaba y aquí estoy. El campo me tiene enganchada. Lo mejor, pasar de las mentalidades cerradas, de ese entrar en un bar y que se haga el silencio, de los comentarios del tipo y ésta quién es, del menosprecio al negociar los precios, cuando me trataban de tonta y querían pagarme menos y también aquellos que me pagaban más por una caballerosidad mal entendida... ¿Sabe lo que le digo? Siempre salen perdiendo ellos.

-Son ya varias las preguntas por su condición de mujer. ¿Le molesta?

-No, porque soy una mujer. Soy diferente al hombre para algunas cosas, pero no para ciertas cosas, y eso sí me molesta.

-¿Al llevar las riendas de una empresa?

-Soy igual que un hombre.

-Hablemos de ella. En estas dos décadas, ¿cómo ha evolucionado el negocio, cómo la empresaria y cómo la mujer?

-En la actualidad, la sociedad de la que soy administradora tiene centenar y medio de hectáreas de naranjos, patatas, maíz y girasol, aunque una parte no se ha podido sembrar esta campaña debido a la falta de agua [de regadío]. La empresaria se ha vuelto más cauta y madura al tomar las decisiones de empresa. Y a la mujer le ha endurecido la vida.

-La agricultura resurge y parece cobrar el protagonismo perdido en la economía...

-¿Resurgir? Eso sería el año pasado. En éste, quien haya guardado el maíz o el trigo a la espera de que los precios siguieran subiendo se ha equivocado, al igual que yo me he equivocado vendiendo el girasol barato. Diez años atrás, yo vendía el maíz más caro y poner el trigo en regadío era rentable, pero ahora, no. Con la patata, unos años se gana y otros, como éste, se pierde, y la naranja de esta campaña aún ni siquiera la tengo vendida.

-Siempre llorando los agricultores...

-Un poco llorones, pero es que nuestro negocio está al aire libre.

-¿Hay crisis en el campo?

-Yo al menos la noto y por partida doble. Por un lado, como ama de casa, cuando voy a llenar el carrito de la compra. Por el otro, en mi empresa agraria todos los costes suben, abonos, la electricidad al regar, los carburantes... Y para colmo, este año he perdido mucho con la patata, porque a las lluvias se agregó la huelga del transporte, que me dejó la finca hecha un puré de papas podridas. Cuando las vi, ese día me encerré en la oficina y me harté de llorar.

-Y la banca, ¿cómo se porta?

-Como ante todos los negocios, cerrando el grifo del crédito. Este año me han mareado al darme un adelanto de las ayudas europeas a pesar de estar domiciliadas.

-Crisis.

-En efecto. En estos momentos la empresa agraria andaluza está en un nivel de subsistencia, no de ganar rentas. El agricultor paga, pero hay problemas de cobro.

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