Local

El idioma ideal para insultar

Guarripanda, gandido o viceberzas, son algunos de los improperios analizados por Pancracio Celdrán en El gran libro de los insultos, que repasa unos 10.000 y que deja constancia de que, "para insultar, no hay idioma como el castellano". Foto: EFE

el 15 sep 2009 / 05:37 h.

TAGS:

Guarripanda, gandido, culichichi o viceberzas, son algunos de los improperios analizados por Pancracio Celdrán en El gran libro de los insultos, que repasa unos 10.000 y que deja constancia de que, "para insultar, no hay idioma como el castellano".

"La lengua española se caracteriza por la variedad y enjundia del léxico ofensivo y por su gracia y viveza. El insulto castellano es directo y rápido, audaz, como un tiro", afirma en una entrevista con Efe Celdrán, que ofrece en su nuevo libro "calificativos para todo tipo de conducta miserable, mezquina y deshonrosa".

"El trepa, ese sujeto ambicioso y calculador que todo lo sacrifica a la idea obsesiva de subir en el escalafón, es una de las criaturas más insultables. Pero nada es tan despreciable como el traidor, que no es fiel a los suyos tras haberles jurado fidelidad", afirma Celdrán.

Experto en Historia y Literatura Medieval, echa en falta que "la palabra traidor no salte a la palestra más a menudo, porque es cada día de mayor aplicación", pero la corrección política "ha afectado de tal forma al lenguaje que ya no se sabe si alguien está bailándole el agua a uno o está despotricando contra él".

"El gran libro de los insultos. Tesoro crítico, etimológico e histórico de los insultos españoles" tiene más de mil páginas y es la obra "definitiva" en este campo. Tiene unas cinco mil entradas y de cada insulto se da información detallada sobre su origen, los lugares donde se usa y las metamorfosis que ha experimentado.

Hay insultos "desconocidos por completo", como "gandido", es decir, "muerto de hambre, desgraciado, "culichichi" que se le dice al chismoso o a quien carece de importancia social o "viceberzas" que se empleaba en el siglo XIX para designar al secretario de un tonto.

Rodolfo Chikilicuatre no haganado el concurso de Eurovisión, pero ha logrado que se haya puesto de moda la voz valenciana "chiquilicuatre", un insulto del XVIII y que significa "zascandil, don nadie, pelanas".

El libro también se refiere a la pobreza de vocabulario que afecta a un los hispanohablantes y que queda patente al insultar. En España se abusa de "gilipollas" o "hijo(de)puta", por eso, para no caer en "el insulto único", el humorista Forges propone en el prefacio improperios como "putiliendre", "jilimuermo", "concejal de urbanismo", o "'potavoz parlamentario".

Celdrán subraya que "injuriar no está al alcance de cualquiera", por eso lo mejor es no darse por aludido, como hacía Sócrates: "¿Acaso si me hubiera dado una coz un asno me enfrentaría a él?"

  • 1