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«El incendio no me ha vencido»

La Residencia Aurora acaba de reabrir, 13 meses después del incendio en el que murieron siete ancianos alojados en el asilo de Nervión. Dos de los supervivientes siguen siendo sus inquilinos

el 21 mar 2011 / 19:55 h.

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"He pasado un año malísimo, ahora veo la vida de otra forma, pero tengo que seguir siendo la misma payasa para los ancianos", dice Aurora Domínguez, propietaria de la residencia de ancianos de Nervión en la que en febrero de 2010 un incendio acabó con la vida de siete residentes.

Reabre a los 13 meses, mucho más de lo que había previsto, y lo hace endeudada: se ha comido su plan de pensiones para mantener el alquiler del chalet, los seguros, la luz, el teléfono y otros gastos corrientes que el seguro no cubría. Ha necesitado una obra inmensa para dejarlo tal y como estaba, menos una habitación: la de su prima Lucía, donde se inició el fuego. La mujer murió y Aurora, que no se imaginaba a otra persona en su habitación, la ha convertido en un cuarto de baño.

Pero Aurora es una mujer vital que ni siquiera cuando tuvo cáncer dejó de ir a diario a trabajar. Cuando la quimioterapia la dejó sin pelo, se ponía "una gorra del revés" y se iba a hacerles "payasadas" a los ancianos para hacerlos reír. Dice que ellos la salvaron de la enfermedad. Por eso, ni un solo día tras el incendio pensó en cerrar.

"Ni por un momento me planteé dejarlo, porque tengo mucho que dar a los ancianos y porque tengo la conciencia muy tranquila", explica Aurora. La Policía y el juez sentenciaron que el chispazo que provocó el fuego fue accidental e inevitable, y que la residencia cumplía con todas las medidas de seguridad.

La respuesta de las familias de los fallecidos, que no le reprocharon nada "porque esta residencia tiene las puertas abiertas a todas horas y ellos sabían cómo estaban aquí sus familiares", también le dio fuerzas para seguir. Entre sus cinco actuales residentes hay dos que sobrevivieron al incendio. El resto ha fallecido en este año. "Eran muy mayores, yo tenía a gente de 90 años y desgraciadamente ya no están. Un hombre que iba a volver murió un día antes de que reabriera", cuenta con su charla inagotable. "Pon ahí que estoy muy agradecida a todo el mundo por cómo se han portado conmigo", insiste.

La residencia tenía cámaras de seguridad con grabación -las hay que vigilan pero no graban-, lo que permitió comprobar que esa noche había varias trabajadoras en la residencia, y también cómo el fuego se desató en apenas unos segundos, con una rapidez apabullante. Ahora ha puesto una cámara más, con lo que suma nueve.

"Yo era muy pesada con la seguridad, pero ahora lo soy más. No dejo de pensar que menos mal que lo tenía todo perfecto. Si llego a tener algún fallo, no sé dónde estaría ahora", dice mientras muestra las nuevas puertas ignífugas y, por fin, la licencia de apertura:"¡Mira ese papel, es lo más importante que hay aquí, no veas lo que me ha costado conseguirlo!", bromea, en alusión a que las obras en el edificio acabaron en agosto, pero el papeleo tardó mucho más.

Mientras enseña las habitaciones impolutas, las paredes llenas de fotos de los ancianos que han vivido en esta casa y las flores que tiene en el patio, Aurora cuenta que durante este año ha estado en el chalet vacío cada día. "Tenía que estar aquí, he llorado mucho en este sitio, aquí sentada, pero tenía que estar. El incendio me ha cambiado la vida, ahora creo que hay que vivir al día porque todo desaparece en cuatro segundos, pero esto no me ha vencido. Yo llevo trabajando en esto desde los 18 años, es mi pasión, vengo de lunes a domingo y no lo quiero dejar. Además, todas las semanas me ha llamado gente que quería traer a familiares, aunque por desgracia no ha podido ser porque aún estaba cerrada", explica.

"Yo a todos los que han llamado les he dicho que soy la del incendio, porque no quiero engañar a nadie. Quiero que sepan lo que pasó, y que sepan que fue un accidente", insiste, en el patio en el que su madre y dos residentes toman el aire en sillas orientadas a la calle. Una de ellas se acaba de pintar los labios, y Aurora cuenta anécdotas de la mujer, y de los ancianos fallecidos, como si fueran de su familia. Ahora espera que se le llene pronto la quincena de plazas que tiene libres. "Pon mi teléfono, el 954 65 16 57, para que la gente sepa que ya hemos abierto".

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