Zahir Ensemble + Sachika Ito * * * * Fundación Cajasol. 28 de abril. Programa: Obras de Manoury y Halffter. Intérpretes: S. Ito, soprano. Zahir Ensemble. J. G. Rodríguez, director. V Festival de Música Contemporánea.
Algún neurólogo o antropólogo tendría que explicar alguna vez el por qué de ese miedo casi atávico que padecen muchos melómanos ante la música de vanguardia.Consta a este firmante que en el último concierto de Zahir Ensemble había más de uno, y de dos, que nada sabían de lo que iban a escuchar. Salieron en estado de shock. Fascinados. ¿Su suerte? Probablemente la de no estar mediatizados por prejuicios, la de no llevar asistiendo años a temporadas de conciertos en las que la música de hoy no se ofrece, se tapa, se ignora.
Sea como fuere venimos reivindicando en estas páginas la esencial labor que un conjunto como el que dirige Juan García Rodríguez realiza en el panorama cultural sevillano. Porque apuesta contra viento y marea por mantener viva la llama de la creación sonora contemporánea y porque, y esto es igual de importante, asume obras de auténtico peso.
Es el caso de Noche pasiva del sentido, de Cristóbal Halffter (1930), partitura con 34 años a sus espaldas que hoy nos suena llena de vida pese al momento de furibunda vanguardia en el que se concibió. Inspirada en textos de San Juan de la Cruz, la obra deconstruye la semántica para abrazar un recitado basado en fonemas que son cantados, susurrados, gritados, teatralizados en fin en el contexto de lo que nos parece una meditativa y tortuosa meditación de rotunda musicalidad. La soprano japonesa radicada en Sevilla Sachika Ito resultó ser el descubrimiento de la noche. Entregada a la difícil página, la cantante desplegó una enorme fuerza expresiva y la percibimos como transida por el opresivo clima de una partitura que, por cierto, tiene mucho de ese gusto oriental por pausar el tiempo. La prestación de los percusionistas José Tur y Eugenio García, junto con la difusión electrónica de Alberto Carretero y la dirección de García Rodríguez redondearon este instante mágico de la presente temporada musical.
Antes, el flautista Alfonso Rubio solventó el intrincado virtuosismo de Júpiter (1987), de Philippe Manoury (1952), música dependiente de la tecnología pero que no supera su sesgo de artefacto de laboratorio pese a su encantador perfume stockhauseniano.