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El JK5022, una semana después

Cuando se cumple una semana del accidente del vuelo JK5022 de Spanair, la normalidad, un silencio absoluto y el recuerdo de la tragedia marcaron ayer uno de los vuelos de la compañía con destino a Gran Canaria.

el 15 sep 2009 / 10:47 h.

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Cuando se cumple una semana del accidente del vuelo JK5022 de Spanair, la normalidad, un silencio absoluto y el recuerdo de la tragedia marcaron ayer uno de los vuelos de la compañía con destino a Gran Canaria. Los mostradores de facturación de Spanair, en la Terminal 2 del aeropuerto de Barajas, funcionaban con normalidad. Poco antes de las diez de la mañana, tan sólo una pequeña cola aguardaba ante los de clase económica.

Las encargadas de atender los dos mostradores destinados a recoger el equipaje de los viajeros que facturan a través de internet aprovechaban unos momentos de tranquilidad para comentar cuántos cuerpos de fallecidos había trasladado ya hasta Canarias la compañía. Al acercarse un pasajero a entregar su equipaje, cambiaron de conversación.

En los alrededores de la puerta D 57, los pasajeros del vuelo JK5008, con destino a Gran Canaria, esperaban para embarcar en medio de un silencio casi absoluto y con caras de cierta tensión.

Esta vez se trata de un Airbus A321, bautizado con el nombre de Plácido Domingo. A diferencia del vuelo de hace siete días, éste apenas superaba la mitad de su capacidad, 212 pasajeros. Muchos de ellos son parejas jóvenes, personas que han viajado solas y familias, entre ellos alrededor de una decena de niños. El embarque fue rápido y silencioso. Ni siquiera los niños acusaron su habitual excitación ante un viaje en avión. Las puertas cerraron minutos antes de las once de la mañana, la hora prevista para su salida. Sin embargo, el avión no despegó hasta casi media hora más tarde, porque "han cargado demasiada agua en los depósitos" y los técnicos tuvieron que "vaciar el exceso", según informó el comandante a los pasajeros minutos antes de conducir el aparato hasta la cabecera de la pista.

Turbulencias

Junto a este pequeño retraso, las únicas incidencias dignas de mención fue un pequeño corte en la emisión de las instrucciones de seguridad a través de las pantallas de televisión, que arrancó un pequeño grito de alguno de los pasajeros, y unas ligeras turbulencias hasta alcanzar la altura de crucero -algo más de 11.000 metros-, que tensaron algunos rostros. El resto del vuelo transcurrió con normalidad y el silencio entre el pasaje sólo empezó a romperse -y de forma tímida- después de que el comandante se dirigiese por segunda vez a los pasajeros para anunciar que se disponía a iniciar el descenso hacia el aeropuerto de Gran Canaria.

A la una en punto, dos horas y treinta y cinco minutos después de despegar y con sólo cinco minutos de retraso sobre el horario previsto, el avión tomó tierra.

Muchos pasajeros respiraron con alivio y relajaron su tensión. En su pensamiento estaban las 154 personas que siete días atrás no llegaron a este destino.

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