No existía consuelo posible para Ángel Puertollano, el padre de los dos niños asfixiados -posiblemente con un cojín- a manos de su propia madre, Ruth B. V., de 37 años. Ayer, los pequeños Álvaro y Alejandro, de 11 y 3 años respectivamente, recibieron el último abrazo. En el Tanatorio de San José fueron velados durante toda la noche por familiares, allegados y padres de alumnos del colegio Andrés de Vandelvira, donde estudiaban.
Cuando llegaron las diez de la mañana, ya se sabía que el adiós era el definitivo. Los cuerpos fueron llevados hasta la capilla del tanatorio, donde se celebró una íntima ceremonia. Tras la misa, una pequeña comitiva se trasladó, junto con los dos coches de la funeraria, hasta el cementerio de San Fernando, donde fueron inhumados. Hasta el último instante, el padre, visiblemente destrozado y casi sin fuerzas, estuvo al lado de ellos apoyado por familiares y psicólogos.
Mientras, la autora confesa del doble infanticidio, Ruth B. V., seguía en el Módulo Penitenciario del Hospital de Jaén, donde, el viernes, fue interrogada por la Policía y confesó el crimen y especificó que los mató porque no quería verlos sufrir en este mundo. Al parecer, usó algo similar a un cojín que había en la casa y los dejó sin aire. Ayer sobre las 19.00 horas declaró ante el juez pero en el mismo hospital, donde continúa de momento.