La Policía Nacional ha detenido a un grupo especializado en robar en oficinas del casco histórico, a los que se atribuyen al menos 40 asaltos a despachos de profesionales de alto nivel, como abogados o arquitectos.
Sustraían ordenadores, discos duros y material electrónico, lo que no sólo ha supuesto un daño económico sino la pérdida de las miles de horas de trabajo especializado que estaban almacenadas en la memoria de estos aparatos, según denunciaron los afectados. Los cinco detenidos, cuatro con antecedentes y uno menor de edad, fueron sorprendidos en dos ocasiones, una de ellas unas horas después de que el juzgado los dejara libres el pasado 3 de abril. Tras su último arresto, al ser pillados de nuevo robando en una oficina el día 22, el juzgado de Instrucción 12 volvió a decretar su libertad.
La Operación Rastrero se inició a finales de 2009, cuando comenzaron a detectarse esos robos con fuerza. Los autores entraban en las oficinas aprovechando el descuido de los dueños, que las dejaban cerradas sin pestillo, de forma que les resultaba muy fácil abrirlas en un par de segundos mediante introduciendo una lámina de plástico entre el marco y la puerta. Si las puertas interiores tenían pestillo empleaban palancas de hierro, y si había alarmas, las inutilizaban, según informó ayer la Policía Nacional en un comunicado.
La banda preparaba muy bien los asaltos, acudiendo a los despachos el día anterior para recabar información. Se llevaban ordenadores –sobre todo portátiles–, dinero, discos duros portátiles o agendas electrónicas o proyectores, fáciles de transportar y vender en el mercado negro.
Al principio se aseguraban de que las oficinas no estuvieran en edificios habitados para actuar con impunidad desde el cierre por la noche hasta la mañana siguiente, pero al final se atrevían también a entrar en viviendas.
El grupo Hércules, los motoristas del distrito Centro, centraron sus pesquisas en un grupo de personas con antecedentes, por robos similares y por haber sido sorprendidos de madrugada cargados con palanquetas, destornilladores, guantes o linternas.
El grupo fue sometido a vigilancias y seguimientos para identificarlos a todos: Daniel Benito R.R., con 12 detenciones, era el cabecilla y quien elegía y planificaba los robos, ya que conocía los despachos porque había pertenecido a otra banda dedicada a estafar con talones y cheques.
David G. S., con cinco antecedentes, reclutaba a otros ladrones y era especialista en fracturar las puertas y cerraduras. Ángel R.G., con 23 detenciones; Jorge Antonio D.E. con cuatro, y un menor completaban la banda. Este último avisaba si alguien se acercaba. En sus casas se encontraron herramientas, pero no efectos robados porque los vendían al momento: a veces los tenían apalabrados antes del asalto.