Zambrano, aunque alumbrado cuando ya se intuía una democracia, conoce bien la realidad de la calle, la del campo, la de los menos favorecidos que sufrieron lo no escrito durante cuarenta años de dictadura franquista. Su propios padres eran jornaleros que trabajaban de sol a sol para ganarse los cuartos y sacar adelante a una familia numerosa formada por siete hijos -cuatro niñas y tres niños-. "Soy hijo de unos pobres jornaleros, sin dinero ni idiomas". Por eso, tras pasar una etapa en la escuela de Arte Dramático de Sevilla, y otra como fotógrafo en El Correo de Andalucía y como ayudante de cámara en Canal Sur, cuando Sevilla cogía color en vista a la Exposición Universal de 1992 tomó la determinación de cruzar el charco para recibir clases de cine en la Escuela Internacional de San Antonio de los Baños (Cuba), la más prestigiosa del mundo latino, gracias a una beca de la Junta.
Desde entonces, la isla caribeña continúa siendo su refugio personal y ha marcado también su trayectoria profesional, por lo que no es de extrañar que sea una de las fuentes de las que bebe la banda sonora de su última película. Sin embargo, Zambrano tampoco se ha olvidado de su tierra, escenario de cada una de las historias que lleva al cine desde que allá por el año 1998 comenzara a rodar Solas, la que han llamado algunos como película revelación de la década, un retrato realista e intimista sobre la soledad, la maternidad y la sociedad andaluza visto, sobre todo, a través de dos mujeres, otro de los grandes iconos de su filmografía. Con éste, su primer largometraje -rodado en tan sólo cinco semanas y con un presupuesto de 120 millones de las antiguas pesetas, una ridiculez para la época-, consiguió darse a conocer en un mundillo tan maravilloso como complicado y llegar a un público deseoso de ver sus desvelos y su realidad en la gran pantalla. Y llegó por todo lo alto, con cinco premios Goya bajo el brazo, entre ellos uno como mejor director novel en el año 2000, y alcanzando prestigio internacional.
Para él el "cine es un juego" pero también una promesa, un compromiso con la sociedad, por eso son pocas las ocasiones que se ha podido ver en pantalla algún largometraje suyo en estos últimos años, solo Habana blues (2005) y la serie para televisión sobre el padre coraje de Jerez han roto la sequía a la que Zambrano nos tiene acostumbrados. "Uno no hace películas cuando quiere sino cuando te iluminan las musas", ha dicho más de una vez.
Este andaluz convencido que reconoce como únicas lenguas el lebrijano y el castellano, aparece ya en las listas de personajes ilustres de Lebrija al lado de Antonio de Nebrija, autor de la primera gramática española, o Juan Peña El Lebrijano, una de las voces flamencas más reconocidas desde hace años. Benito El Gamba, como le dicen sus conocidos -hijo de El Gamba y La Chocera-, presume de ser de pueblo, del suyo para más señas, con el que tiene un compromiso más allá de ser famoso y por el que se ha llegado a presentar a unas elecciones municipales, el pasado mes de mayo, por Izquierda Unida. Era el último en la lista de esta formación pero reflejaba de esta forma simbólica el apoyo a sus paisanos y su "miedo a las mayorías absolutas", lejanas también de la mayoría de personas anónimas que siguen gracias al cine su visión del mundo que le rodea, lleno de personajes fuertes, luchadores y sensibles que se mueven gracias a guiones de una gran sencillez -como él-, pero guiados por la promesa de que todo puede cambiar si se lo llegan a proponer.