Cultura

'El lector no tiene rostro, es sólo un nivel de exigencia'

La veterana narradora barcelonesa Cristina Fernández Cubas vuelve con sus relatos reunidos, mientras José Calvo Poyato da una nueva lección de Historia. Foto: Javier Díaz.

el 15 sep 2009 / 18:13 h.

-¿Qué mirada aporta una escritora a un Festival de Cine?

-Bueno, espero que la mía sea la de una escritora vinculada al cine desde hace mucho. De hecho, empecé a escribir como periodista en Fotogramas...

-Sí, en los tiempos de Terenci Moix, de Maruja Torres...

-Si, Maruja venía de Garbo, y estaban Terenci, también Vila-Matas... Fotogramas fue la cuna de todos.

-¿Cree que su literatura es especialmente visual por ello?

-Trato de distinguir muy bien, he tenido dos experiencias con adaptaciones cinematográficas, pero no hay que olvidar que son dos lenguajes distintos, aunque el arte de narrar sea uno solo.

-Ser mujer en la Literatura, escribir cuentos, y además cuentos fantásticos, ¿no es vivir por partida triple en los márgenes?

-Te confieso que, cuando empecé, las dificultades para publicar, al menos en una ciudad como Barcelona, eran las mismas para una mujer que para un hombre, o sea: horribles. Tuve suerte y, después de muchos vericuetos, a Beatriz de Moura [de Tusquets Editores] le gustó lo que escribía. Lo malo es, eso sí, que eran cuentos.

-¿Había más o menos resistencia que ahora por parte de los editores?

-Mucha más. Yo nunca he comprendido esa dificultad para publicar cuentos, pero ahora parece que está claro que hay excelentes cuentistas y no cabe duda de que es un género en sí mismo, y no de los menores, ni mucho menos. Ah, y por fin hay editoriales, como Páginas de Espuma y otras, que sólo publican cuentos. Eso es muy indicativo del cambio.

-Sólo le falta comentar su inclinación por la fantasía.

-Creo que siempre he estado en la frontera. Mi hábitat literario es la frontera en lo conocido y lo desconocido. No es que lo decidiera, es que era así, ése es mi mundo.

-Sobre sus influencias, se habla de Poe, de Cortázar... Yo veo también ahí, en sus historias sobre el doble, a Stevenson y a Borges.

-Lo que pasa es que yo no puedo decir que esos grandes maestros forman parte de mi mundo. Están ahí, seguramente, pero a mí lo que más me influye es lo cotidiano, y también lo que me contaban cuando era niña. Ésas son mis influencias.

-¿El escritor de relatos aspira de alguna manera a transportar al lector a la infancia, a las historias alrededor de la hoguera?

-Puede haber algo de eso todavía. Creo que el calor de la lumbre va bien a la intensidad, la concisión del cuento. Eso y la oralidad, que hoy no goza del respeto que merece, pero que para mí es importantísima. Se ha escrito tanto sobre el cuento, y todavía sigue sin delimitarse, yo creo que porque es un falso género breve, porque va siempre más allá.

-¿Escribe pensando en su receptor, tienen cara sus lectores, o se siente tirando botellas al mar?

-No, no es una botella al mar, pero sólo pienso en un lector dispuesto a emprender la aventura conmigo. Salvo en El Año de Gracia, donde sí hay dos o tres guiños a lectores concretos, para mí el lector, por regla general, no tiene rostro, no tiene ojos. El lector es sólo un nivel de exigencia.

-¿Y cómo se conjura la tentación de aliviarse, de resolver las tramas mediante cualquier triquiñuela?

-Podría hacerlo, pero pienso que aliviarse no es divertido ni para quien lo escribe, ni para quien lo lee. Eres tú el primero que tienes que disfrutar con tus libros. Si te emocionas, el lector se emocionará. Si te ríes, él también se reirá. Nadie nos obliga a escribir, hagámoslo pues lo mejor posible.

  • 1